De confección de máscaras de diablicos limpios y sucios, de eso sabe el pariteño Darío López, quien ha dedicado 47 años de su vida a esta pasión vernácula.
Para la confección de estas máscaras, de multiplicidad de formas y colores, se vale de tierra, papel periódico, papel manila, papel amarillo y engrudo (goma casera a base de agua y harina de trigo cocida).
Con estos seis elementos, este artesano, nativo del colonial municipio de Parita, elabora las máscaras que los danzantes utilizan para presentarse en la fiesta pagano-religiosas del Corpus Christi, San Juan, San Pedro, San Pablo, y muchas otras actividades en las que los diablicos limpios, sucios y parrampanes irrumpen como parte de la tradición.
Aprendizaje
Siendo apenas un niño que cursaba el tercer grado, Darío aprende el oficio de su padre, quien pertenecía a un grupo de diablicos que participaba en la fiesta del Corpus Chiristi en Parita. Confiesa que sentía una curiosidad y fascinación por lo que hacía su padre. “Me sentaba junto a él y observaba detenidamente todo lo que hacía … por eso todo lo que soy se lo debo a mi padre”, expresó con cierto dejo reverente.
Para entonces, hacía sus pininos elaborando máscaras de diablicos en miniatura, las que la directora de la escuela primaria de Parita, Martina Pinilla (q.e.p.d) le compraba a 15 centavos.
Hace algunos algunos años laboró en Alfarería Berta, y en el Servicio Nacional de Pequeñas Industrias (hoy Instituto Nacional de Formación Profesional para el Desarrollo Humano), pero lo pensó mejor y decidió independizarse y establecer su propio negocio..
Empresa familiar
Han pasado 47 años y ahora no solo él se dedica a la actividad. También se han involucrado su esposa, hijos , nueras y una que otra vecinas que también les apoya. “Aquí somos 15 los que nos dedicamos al diseño y preparación de máscaras. Unos hacen los moldes, otros los empapelan, mientras que algunos más diestros e inspirados las pintan. Aquí todos ganamos”, comentó.
Como sus máscaras se vendían como mucha rapidez decidió ubicar contiguo a su casa un pequeño local que denominó Artesanías Darío López.
La técnica
Con cierta periodicidad, junto a sus hijos llega hasta el sector de Las Palmitas para extraer una fina arcilla, principal elemento para la confección de máscaras.
Viene entonces la preparación de la masa, y buscando en la imaginación o copiando diseños que piden sus clientes, se elabora el molde. Le agrega vaselina, se forra con una capa de periódicos, luego otra de papel manila y la última de papel amarillo, más delgado, hasta completar las seis capas que requieren las máscaras grandes.
“Mi padre le untaba jabón o cebo de ganado para que la máscara no se pegara al molde, pero hoy empleamos vaselina”, aclaró el mascarero.
López recuerda que en sus inicios quebraban el molde, pero ahora han perfeccionado la técnica y lo utilizan hasta para 20 ejemplares o copias.
Disciplina laboral
En la casa de los López la jornada laboral se inicia a las 6:00 de la mañana. No obstante, a veces son las 3:00 de la madrugada del día siguiente y aún están en la faena de pintar, minuciosamente y con detalle, las mostruosas caretas, empleando finas pinturas de esmalte. “Cuando no tengo muchos pedidos, a las 5:00 de la tarde dejo un lado la faena y descanso la vista”, aclaró.
Sentado frente a un banco alto de madera, tratándole de dar forma a la cabeza de un águila arpía, reflexiona y confiesa con gesto de orgullo que nunca imaginó que las máscaras serían el sustento de su hogar y de sus hijos.
Tradición
Pero este sencillo pariteño no se limita a fabricar máscaras por fabricar. Debe ser preciso en identificar la figura de los animales que deben utilizarse en cada una de las danzas. Por ejemplo, en la danza auténtica de Corpus Christi de Parita se emplean rostros de cerdos, toros, perros, mientras que el diablico de fustillo solo debe emplear la terrífica imagen del dragón.
“Todo depende del pueblo y de la región”, acotó.
Pero así como confecciona enormes máscaras para los danzantes del Corpus, él y su familia también preparan pequeñas mascaritas de diablos para recordatorios de bodas, quinceaños y para ofrecerle a los turistas, quienes las persiguen para llevarlas de souvenir a sus países.
Internacional
Darío López es un hombre sencillo y sin afectaciones, y pese a ello su nombre ha traspasado nuestras fronteras. A su residencia, ubicada en la carretera Nacional, en Parita, llegan jubilados americanos, franceses, holandeses e ingleses, entre otros muchos.
“Ellos me contactan con la guía turística, y las agencias de viaje me pagan $50 por hora para que les explique el proceso de confección de las máscaras”, explicó sonriente. “A veces llego al hotel Cubitá, en Chitré, pero ellos prefieren venir a mi casa, para saber cómo vivo”, añade.
Tradición oral
Hace año y medio, a petición del profesor Aristides Burgos, director de la escuela de Folclor, capacitó gratuitamente en su técnica, a 80 niños de la escuela Nicanor Villalaz.
“Con mucho gusto comparto mis conocimientos, porque la idea es que este arte no muera”.
A su residencia acuden estudiantes de la escuela de Turismo de la Universidad de Panamá, a quienes ilustra sobre aspectos de la creación de sus máscaras.
Algunos niños pariteños también han mostrado interés en la actividad, y en sus ratos de ocio les guía para que esta faceta del alma del folclor no se pierda.
Artesanal, neto
El pueblo de Parita no es el único en que se elaboran estas caretas. Cuenta que guarda excelente relación con un colega chitreano, el mascarero José I. González. No obstante, hizo la salvedad de que este último usa Internet para inspirarse en diseños, y pinta sus máscaras con pistola a presión, a diferencia de él que aún las diseña de su imaginación y sigue pintándolas a mano, con pincel.
También recuerda a Moisés González, un maestro mascarero de La Villa de Los Santos, de quien señaló: “es muy diestro en la actividad, pero desconozco si aún se dedica al oficio”.
Precios
Pese a ser reconocido, no ha alterado el costo de su trabajo. La más decorada y original de sus obras puede costar hasta $150. Las miniaturas están a $0.50.
