Cuando se trata de las fiestas carnavalescas, el terreno está dividido. Mientras que algunos aprovechan estos cuatro días para compartir con sus seres queridos y desconectarse de las obligaciones laborales, otros consideran la palabra “Carnaval” como una especie de licencia para la desinhibición.
Para los últimos, estas festividades son sinónimo de parranda y libertad, un tiempo sin compromisos. Los tragos, la rumba y el sexo están presentes durante la celebración.
Pero, ¿por qué ocurre este fenómeno social?
El psicólogo clínico Emmett Villavicencio, jefe del Departamento de Psicología Clínica del Ministerio de Salud, afirma que así como el Carnaval es vivido por muchos como un tiempo de descanso, desconexión del trabajo y esparcimiento familiar, para otros es un paréntesis de las leyes, normas y convencionalismos sociales normalmente observados por los miembros de una comunidad.
“Es interpretado como un período en el que ´todo es permitido´, dejando de lado leyes parentales, familiares y sociales para complacer deseos e impulsos normalmente reprimidos en el psiquismo, pero igualmente contenidos por una matriz social que ejecuta la ley y dictamina lo que es apropiado y lo que no. El uso de máscaras, disfraces, y la alternancia de roles habla de una expresión de elementos reprimidos individualmente, pero a la vez compartidos en sociedad como parte de elementos de la cultura”.
El Carnaval es un espacio que la cultura otorga al hombre para que juegue como un niño; desde un punto de vista positivo, es una especie de regresión puesta al servicio de la higiene mental, explica Villavicencio. Sin embargo, añade, son muchas las variantes y niveles de lo que se considera “normal” dentro del Carnaval “y nos proporciona un vistazo o sirve como termómetro social para medir valores, educación, cultura, etc”.
El psicólogo comenta que si se observa con atención, “muchas de las conductas usualmente censuradas en términos de desenfreno sexual, consumo de drogas y alcohol, conducta bizarra son vistos como ´normales´ por todos aquellos participantes de dicha festividad. Cabe destacar que toda esta desinhibición contrasta con lo que luego habrá de tomar lugar: el período de Cuaresma, tiempo en el que los cristianos se preparan para la Semana Santa y es caracterizado por un período de ayuno, penitencia y reflexión”.
En palabras del psicólogo y terapeuta Rodolfo Justine, de la clínica Transiciones, en el caso de Panamá, históricamente esta festividad ha sido una oportunidad para festejar, divertirse, no necesariamente “sin límites”, pero de alguna forma se parece a los grupos de autoayuda: “lo que pasa en el Carnaval, se queda en el Carnaval”.
“Por otra parte, pienso que nosotros (los panameños) como sociedad somos bastante cerrados, bajos de expresión de afecto y no nos permitimos disfrutar o pasarlo bien. También somos una sociedad en la que el disfrute está asociado a consumir alcohol. Hay pocas actividades para adolescentes y adultos jóvenes en las que no haya alcohol involucrado. Esto es cierto para nuestro país como para muchas partes del mundo”.
La psiquiatra y sexóloga Luz Jaimes, expresidenta de la Sociedad Venezolana de Sexología Médica, afirma que en este tipo de celebraciones se vive una conducta transitoria de la irracionalidad, la cual “se intensifica con la toma de alcohol y consumo de drogas, que son los grandes liberadores de los controles de las normas; allí es cuando suceden todas las conductas de irresponsabilidad”.
EL EFECTO DEL ALCOHOL
En estas fiestas, el consumo de bebidas alcohólicas debe moderarse, recomienda.
De acuerdo con Villavicencio, especialista en farmacodependencias, el alcohol es un inhibidor del sistema nervioso central, por lo que llega así a interferir con la memoria, el autocontrol y la capacidad para concentrarse.
Con su ingesta, “también se da una disminución de la capacidad sensitiva y retardo de la repuesta reactiva, incoordinación motriz y pérdida del equilibrio. Se da la desinhibición, seguida de euforia para terminar en apatía, letargia o depresión. Altera el juicio crítico, la capacidad para tomar decisiones y filtrar adecuadamente los estímulos del ambiente”.
Por ello, añade Justine, algunas personas lo usan para desinhibirse (tener coraje). “Otras personas lo consumen porque se vuelven más divertidas”.
Incluso, el alcohol en las primeras fases que se metaboliza produce un efecto de euforia leve a moderada.
“Muchas personas buscan este efecto en el alcohol. En gran medida el exceso o la conducta de abuso hacia el alcohol es alcoholismo, y es un hecho no discutido que el alcohol es un depresor del sistema nervioso. Otro aspecto interesante del alcohol es ´aquello´ que desinhibe: afectos, tristezas, iras, rabias, descontrol”, plantea el psicólogo.
Según el especialista, más allá de que la sustancia produzca “dependencia química”, existe una vulnerabilidad del sistema nervioso en que algunas personas son más sensibles a producir efectos de satisfacción o recompensa. “Todos poseemos un sistema ´consumo y recompensa´, en algunas personas el ´mensaje de saciedad´ es más rápido, fuerte, claro que en otras personas que necesitan más del compuesto, en este caso alcohol”.
El “consumo adecuado” de alcohol es un término un poco ambiguo, por cuanto no es aplicable a todas las personas con una medida específica, menciona Villavicencio.
“Al consumir alcohol, cada persona debe estar consciente de sus antecedentes genéticos, familiares, médicos, así como aspectos como la edad y peso, entre otros. Si se va a consumir alcohol es mejor hacerlo con moderación, en compañía de personas de confianza como la familia o amigos. Es importante evitar el consumo compulsivo, en soledad, así como la experimentación y mezcla de diferentes tipos de bebidas alcohólicas”.
De acuerdo con Villavicencio, el abuso de alcohol aumenta la tolerancia y, por ende, la dependencia. Igual que como sucede con otras sustancias adictivas, el consumo de alcohol promueve la liberación de endorfinas, compuestos químicos que se unen a receptores en los centros de recompensa del cerebro produciendo una sensación de placer.
“El etanol es un compuesto adictivo que actúa sobre determinados neurotransmisores, teniendo diversos efectos como la sedación, somnolencia, mareo; de igual forma, desencadena la dependencia que lleva al sujeto a querer repetir estas sensaciones cada vez con mayores cantidades, perdiendo control sobre la ingesta”, explica.
El psicólogo agrega que el consumo de alcohol y otras drogas ilegales tiene diversos efectos a nivel cerebral que llevan a un individuo a no ser dueño de sus impulsos y sus actos. “Esto deviene en conductas inapropiadas y de riesgo, irritabilidad, celotipia, promiscuidad sexual sin protección, daños personales y a terceros, infidelidad, etc. Esto, aunado al entorno social y circunstancias altamente permisivas, llevan a conductas auto y hetero destructivas”.
RECOMENDACIONES
El espíritu del Carnaval, en sí, es divertirse, pasárselo bien, compartir con amigos, pareja y familia, pero con juicio, afirma Justine.
El Carnaval puede ser disfrutado como un período de recreación, alegría y descanso utilizado para disminuir los niveles de estrés y procurar espacios con la familia y los amigos, comenta Villavicencio. “Este puede ser un período de relajación que estimula las relaciones familiares y sociales. No debe ser desperdiciado como un período en el que se lleva el cuerpo y la mente a extremos de los que es difícil recuperarse. Es importante evitar los excesos, el consumo de alcohol y drogas, así como los entornos poco higiénicos, con poca seguridad y mucha hostilidad y agresividad”.
Diversas medidas se toman para hacer de este Carnaval una celebración más sana.
En el mundo, algunas ciudades optaron por restringir (por primera vez) la venta de bebidas alcohólicas para esa “fiesta familiar”, como es el caso del Carnaval de Cancún, reportó el portal de noticias http://yucatanall.com.
Algo parecido se propuso en el Carnaval de Oncativo de Córdoba, en Argentina, que ni ayer sábado ni hoy domingo han permitido la venta de dichas bebidas, publica el sitio http://cordoba.infonews.com.
En Panamá, las compañías licoreras han lanzado la campaña “Respeta la vía, respeta la vida”, con miras evitar accidentes de tránsito, reducir los excesos en el consumo y recordar la importancia de la figura del conductor designado.
RELLA ROSENSHAIN