Oda a la imagen

El arte pop siempre tendrá la gran ventaja de conectar con aquel que mira del otro lado del lienzo. Invariablemente ha logrado, quizá como ningún otro movimiento plástico, el acercamiento del arte al gran público. Esa singular conexión, ingeniosa y atractiva la recrean una y otra vez las obras de los artistas colombianos Boris Pérez y Leonardo Pineda, cuya muestra conjunta titulada “2,640 metros” -la distancia que separa a la ciudad de Bogotá del mar- se exhibe en Arteconsult.

Deudores del pop art, más en la línea de Richard Hamilton que de Warhol, en esta bipersonal se observan puntos convergentes en sendos discursos plásticos.

Ambos trabajan con la saturación, tanto de color como de la imagen para transmitir un intenso caos de fondo. Esta saturación muestra ese horror vacui, muy propio de la estética latinoamericana, que tomado en un sentido más universal, parece un guiño a ese terror a la nada, al encuentro con el yo interno, tan difícil en estos tiempos en que el mundanal ruido -con todos sus anuncios publicitarios y la comunicación instantánea- está a la orden del día.

En sus lienzos, Pérez se vale del uso del collage, pero en vez de estar intervenido se compone de imágenes pintadas en diferentes estilos que aportan ese elemento de extrañeza que es propio de esta técnica.

Sus vívidos retratos, dibujos de animales y objetos en un acusado realismo contrastan con los difusos grafitis. Se puede observar la presencia del grafismo y también de trazos cuya gestualidad da un carácter interesante a la obra. Superpuestas unas con otras, sin utilizar los planos, hacen que el espectador tenga que mirar las obras con detenimiento.

Tal como en un poema surrealista caben zapatos, teléfonos, señales de tránsito e incluso la ternura de un delicado canario azul posado sobre el retrato del dictador, sin más línea discursiva que la belleza de las imágenes y formas. Pérez juega con el sentido del bello absurdo.

Por su parte, Pineda parece valerse de ciertas imágenes-símbolos- que lo son a fuerza de ser utilizadas reiteradamente en las composiciones del artista, a veces inesperadamente- enmarcadas en el caos urbano.

La bicicleta, ese medio de transporte eco-amigable que remite de algún modo a la idea de infancia, así como la taza, bien sea de café o té, resalta sobre los violentos fondos de colores puros aplicados en sucesivas capas de color.

Sin duda, el elemento lúdico resuena en el fondo de sus composiciones. En sus piezas, los elementos gráficos tienen un poco más de presencia y significado que en la de su compatriota. Números, solitarios o en secuencias extrañas junto con palabras que son escritas al derecho y a veces al revés conviven con los trazos firmes y dibujos de reminiscencias infantiles como pequeñas casitas y barquitos de papel. Son todos referentes cuyas historias se entretejen en el campo de la cotidianeidad.

Códigos cercanos al espectador y una abigarrada composición que provoca ser observada con cuidado son algunos de los encantos del contacto entre el arte y lo popular en las obras de ambos creadores.

INFORMACIÓN

LUGAR. Galería Arteconsult

DIRECCIÓN. Lunes a viernes de 9:30 a 7:00 p.m. Sábados de 9:30 a.m. a 2: 00 p.m.

 

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