Existen principios universales sobre la opinión pública y el ejercicio del periodismo.
Cada sociedad y cada cultura registran un recorte particular de esos principios. Las audiencias determinan en gran medida cómo es la dinámica de esa opinión pública.
Como la comunicación se establece entre un emisor y un destinatario, la ecuación para los resultados proviene de ambos.
Momento histórico, circunstancias políticas, clima económico, estado de ánimo social, y sobre todo creencias salen a flote al instante de conformarse la opinión pública, que con frecuencia es la valoración de pocos a la que una mayoría se suma, según el perfil educativo-cultural de cada sociedad.
Con estas reflexiones en mente, participé esta semana en una actividad singular, CADE, la Conferencia Anual de Ejecutivos organizada por la Apede. Intervine en un panel en el que se exploró sobre la relación participación ciudadana y medios de comunicación masiva.
La propia premisa de comunicar implica participación, y a medida que se profundiza la aldea global enunciada por Mc Luhan, en la que él no llegó a vivir, la interactividad es un imperativo de la época.
Los medios tradicionales, que fueron vanguardia, se las tienen que ingeniar para no perecer si es que no incluyen algún factor o modalidad de participación ciudadana.
La tecnología, ya lo sabemos, modela la forma del ejercicio del periodismo, aunque tipos de contenidos y principios sean de la tradición; sin embargo, la política coloca un acento en su quehacer, no obstante se desarrolle una dinámica independiente en el manejo de la información, interpretación y opinión de los entes mediáticos.
En nuestra sociedad ejercemos un periodismo en libertad, con énfasis en el desarrollo de las funciones universales, y ese es el que defendemos y propendemos que se fortalezca. No es el único modelo. Dentro de nuestra propia sociedad, sobre todo desde intereses económicos y partidistas, se lucha por otro modelo.
Denis Mcquail (1991) sistematizó modelos que rugen en torno al periodismo y la opinión pública. En el escenario panameño estas distintas creencias están en pie.
Cada sector busque dónde se ubica.
Modelo democrático participativo: se localiza en sociedades desarrolladas. Se reacciona frente al monopolio de los medios y la decepción ante la radio y televisión públicos, como en Europa.
Se insta a una implicación en la vida social y mayor control del usuario, con oportunidades de acceso y participación. Se valora el auge de las tecnologías de la información.
La prioridad es el usuario, no el propietario del medio. Se prestigian comunicaciones a pequeña escala, interactivas y participativas.
Modelo autoritario/fascista. Su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y acción. Otro se encarga de pensar por ti. Tú solo apoyas. Su origen está en el sistema monárquico. El medio impreso, el primero, se constituyó en peligro para la autoridad del monarca.
Se empezó a regular y a controlar. Se controló el acceso, mediante licencia, y luego por censura previa. En España, Alemania e Italia tuvieron auge estas prácticas en el siglo pasado. El enfoque es promocionar las políticas del gobierno en el poder. Se prohíbe la crítica a la maquinaria política.
Modelo liberal. Se establecen movimientos que desafían el derecho del gobierno autoritario y se sientan las bases para el cambio intelectual (siglos XVII y XVIII). Los medios son instrumentos para controlar el gobierno, deviniendo en poderosos grupos de presión.
Modelo socialista-comunista. Su propósito principal es contribuir al éxito del sistema socialista; está vedada la crítica a los objetivos del sistema y la propiedad de los medios, por lo general, es estatal.
