2:09 p.m. - SANTIAGO DE CHILE(DPA).- El violento cruce entre el jefe de Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente venezolano Hugo Chávez, el sábado en el cierre de la Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile, puso en escena, de modo un tanto sórdido, el debate sobre el posicionamiento de América Latina en el mundo actual.
La Cumbre transcurría con cierta placidez, con un consenso fuerte por revitalizar el Estado como promotor de políticas sociales activas para lograr una mayor cohesión y equidad social en Latinoamérica, la región que registra la mayor brecha de ingresos entre ricos y pobres.
Hasta Álvaro Uribe, el conservador mandatario colombiano, resaltaba la necesidad de promover la responsabilidad social de las inversiones.
El crecimiento económico sostenido de los últimos años y la acumulación de reservas en las arcas estatales generaron un contexto favorable para implementar programas de desarrollo social.
El gobierno de Zapatero llegó a la capital chilena con un amplio abanico de propuestas de apoyo: un fuerte incremento en el presupuesto español de ayuda al desarrollo, destinado en una porción sustantiva a la región, unos mil 500 millones de dólares para ampliar la infraestructura de agua potable y saneamiento cloacal en los próximos años, la disposición a firmar el sistema previsional integrado que permite a los migrantes revalidar sus aportes jubilatorios en cualquier país iberoamericano.
El contundente triunfo electoral de Cristina Kirchner en Argentina, que auspicia una cercanía muy estrecha con su colega chilena Michelle Bachelet, así como la inesperada victoria de Álvaro Colom en Guatemala, habían agregado en las últimas semanas poder de fuego a la política de reformulación del rol del Estado dentro de los cánones de una institucionalidad democrática tradicional.

