Una semana después de que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se presentara en el Vaticano por sorpresa, el papa Francisco reconoció que no sabe cómo acabará la situación en el país, pero reiteró su apoyo al diálogo entre Gobierno y oposición.
"Si no se dialoga, se grita y no hay otra solución. Yo, de corazón, apuesto todo por el diálogo y creo que se tiene que ir por este camino", aseguró en conversación con los periodistas que volaban junto a él a bordo del avión oficial que los trajo de regreso de Suecia.
Francisco dejó claro que recibió a Maduro porque "cuando un jefe de Estado pide audiencia se le recibe siempre".
"Le escuché durante media hora, le hice algunas preguntas y escuché sus opiniones. Es siempre bueno escuchar opiniones", comentó Jorge Mario Bergoglio sin revelar el contenido de la conversación.
"Es siempre bueno escuchar opiniones", agregó en este sentido.
Según informó el diario italiano La Stampa, el papa destacó que la situación en Venezuela es "compleja" al tiempo que reivindicó la "importante estatura política" de los actores internacionales que intermedian en el conflicto.
Se refería al expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, el jefe de Estado de Panamá, Martín Torrijos, y el de la República Dominicana, Leonel Fernández.
El encuentro de la semana pasada entre el pontífice argentino y Nicolás Maduro fue preparado en la más estricta confidencialidad por la diplomacia vaticana.
La Santa Sede sigue de cerca la situación en Venezuela, pero sopesa cada paso con cautela para no importunar al Gobierno bolivariano.
Bergoglio, que desde hace meses defiende la postura del diálogo, ha evitado reunirse con miembros de la oposición. Sin embargo, sí que ha recibido en varias ocasiones a la familia del preso político Leopoldo López.
Algunos expertos vieron en la designación del venezolano Arturo Sosa, como nuevo general superior de los jesuitas, una nueva señal en la consolidación de la Iglesia católica como mediadora en una posible resolución de la crisis política y social en Venezuela.
El último gran triunfo silencioso de la maquinaria diplomática vaticana fue el deshielo en las relaciones diplomáticas entre los Gobiernos de Washington y La Habana.
También en aquella ocasión, la Santa Sede tuvo que hacer malabares para satisfacer los sectores más radicales de ambos lados.
