Amsamed Musa es una mujer chiricana-palestina que vive en el corazón de Cisjordania. En la tarde de este miércoles, sola en casa, tenía un solo propósito además de ver noticias: preparar su plato favorito. Le había costado conseguir los ingredientes en la región, pero encendió el fuego y comenzó a cocinar su sopa de pata de vaca, un sabor que la transportaba al tranquilo campo donde nació.
Pero en estos días y en esa zona, la tranquilidad, incluso para preparar una sopa, es una tregua frágil. De pronto, recibió varios mensajes de su vecina y al mismo tiempo escuchó que llamaban a la puerta. Sus amigas le decían que había soldados frente a su casa. Se asomó por la ventana y vio decenas de uniformados. Sin dudarlo, se puso el mandil, abrió la puerta y saludó serenamente con un salam aleikum. Los soldados respondieron con un maleikum salam.
Le pidieron entrar y lo hicieron. Mientras uno la sentaba en una silla, otros recorrían la vivienda, revisándola cuarto por cuarto, buscando algo o alguien. A ella, los armados le parecieron demasiado jóvenes. Uno de tez muy blanca entró en la cocina, miró extrañado la olla y se quedó perplejo ante aquella apariencia insólita. Tomó un cucharón y revolvió el caldo, tratando de entender de qué se trataba aquel guiso de cartílagos hirviendo.
Amsamed supuso que el soldado no solo veía algo nunca antes conocido, sino también una manifestación tangible de lo extraño y del abismo cultural que los separaba. Para ella, una mujer de la tercera edad con problemas en las articulaciones, el caldo era simplemente beneficioso para su salud.
La presencia militar en la zona es constante y se agudizó con los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023. Amsamed, como todos a ambos lados del conflicto, sigue las noticias con el corazón en la boca. A veces siente que hasta el simple hecho de respirar puede alterar algo: cuando la paz parece estar cerca, ocurre un nuevo retroceso.

En el ámbito internacional, los líderes discuten el incierto futuro de Gaza. Lejos de la casa de Amsamed, ha surgido una propuesta que podría acercar la paz. El primer ministro de Egipto, Mostafa Madbouly, anunció un plan para entrenar fuerzas de seguridad palestinas que administren la Franja cuando llegue la paz.
La condición, según la propuesta egipcia, es que todas las facciones armadas en Gaza entreguen sus armas. Eso implica que el grupo islámico Hamás y la Yihad Islámica deberán desarmarse. Egipto ha pedido ayuda internacional, pero la gran interrogante es cuán dispuestos estarán estos grupos a hacerlo. El plan busca que sea la Autoridad Palestina, bajo el mando del presidente Mahmoud Abbas, quien asuma el control total del territorio.
Abbas ha reiterado en varias ocasiones que la Autoridad Palestina debe gobernar todos los territorios, incluyendo Gaza. Hamás no ha respondido a la propuesta, pero se recuerda que tomó el control de la Franja hace 19 años, imponiendo un gobierno radical, religioso y militarizado. Otro dilema es el propio Abbas: a sus 90 años, gobierna sin elecciones presidenciales desde 2006. En abril de 2025, su gobierno creó el cargo de vicepresidente y nombró a Hussein al Sheikh, medida vista como una preparación para su sucesión y como respuesta a la presión internacional.
En paralelo, desde Washington, el presidente Donald Trump prepara su propio plan de paz. Según el medio Al Arabiya, incluirá 21 puntos: el fin de la guerra, la liberación de prisioneros y rehenes israelíes en manos de Hamás, y la retirada gradual de tropas israelíes de Gaza. En un encuentro en Nueva York con líderes árabes, aseguró que la guerra terminará en cuestión de días y que Gaza no quedará bajo ocupación.
La urgencia también se siente en Israel. Las familias de los 251 rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre de 2023 han aumentado la presión sobre el primer ministro Benjamín Netanyahu. Tras ocho días de vigilia, levantaron el campamento en Jerusalén y anunciaron que lo seguirán hasta Nueva York. Se estima que aún quedan 48 rehenes en manos de Hamás, y sus familias temen por sus vidas. Para ellos, un alto al fuego es la única prioridad. Videos recientes de Hamás han profundizado su desesperación. Uno de los rehenes, Alon Ohel, advierte: “mi muerte es ineludible”.
En su casa en Cisjordania, Amsamed revuelve su sopa de pata de vaca y piensa: la paz es un proceso que requiere tiempo, y cada vez que parece estar lista, una nueva interrupción la aleja. Ella espera que esta vez, la paz sí termine de cocinarse.


