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La cuarta bala y el misterio del magnicidio de John F. Kennedy

La cuarta bala y el misterio del magnicidio de John F. Kennedy
Imagen cedida por la Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy donde aparece el presidente Kennedy y su esposa, la primera dama Jacqueline B. Kennedy, a su llegada el 22 de noviembre de 1963 al aeropuerto local de Love Field en Dallas, Texas. Estados Unidos recuerda este miércoles en el 60 aniversario de su magnicidio al expresidente John F. Kennedy, todavía muy presente en la cultura popular por la fascinación que generó su asesinato EFE/Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy/Cecil Stoughton

El viernes 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 del mediodía en la ciudad de Dallas Texas, fue asesinado el entonces presidente de Estados Unidos John F. Kennedy mientras hacía un recorrido, junto a su esposa Jacqueline y el gobernador de Texas John Connally. El presidente Kennedy hacía el recorrido como parte de su campaña para la reelección en el torneo electoral de noviembre de 1964.

Del magnicidio del presidente se culpó a un exmarine llamado Lee Harvey Oswald, quien supuestamente desde la ventana de un depósito de libros apuntó al presidente y disparó tres veces en 6 segundos, alcanzando mortalmente al entonces presidente Kennedy e hiriendo al gobernador Connally. Oswald fue asesinado dos días más tarde cuando salía de la comisaría de la policía de Dallas. El autor de su homicidio fue el mafioso llamado Jack Ruby, quien alegó que quería evitar que la primera dama tuviera que ser expuesta en un juicio contra Oswald. Ruby murió el 3 de enero de 1967 en el hospital de Parkland en Dallas. Se anunció como causa de la muerte un cáncer avanzado de pulmón.

El nacimiento de un misterio

El magnicidio de JFK dio pie a una situación crítica de la política estadounidense. Su asesinato había sido el primero de un mandatario estadounidense que fue televisado en vivo, por lo que el impacto de las imágenes y la presión de la opinión pública sobre las especulaciones acerca del origen, supuestamente castristas de la conspiración para asesinarlo, podían desencadenar una acción militar contra Cuba, o incluso una Tercera Guerra Mundial.

El primer esfuerzo para resolver el crimen fue la denominada Comisión Warren, presidida por el entonces magistrado presidente de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos Earl Warren. Oficialmente la comisión fue denominada “Comisión Presidencial para el reporte del asesinato del presidente John F. Kennedy”, cuyos resultados fueron presentados el 24 de septiembre de 1964 al sucesor de JFK, el presidente Lyndon Johnson. La conclusión del documento de 888 páginas fue que el asesinato tuvo como único responsable a Oswald, cuya extraordinaria puntería fue capaz de apuntar y disparar con precisión tres balas que mataron al presidente Kennedy e hirieron al gobernador Connally.

La deducción de la Comisión Warren obtuvo el sobrenombre de la “teoría de la bala mágica”. Según esta conclusión, Oswald por sí mismo disparó las tres balas, y una de estas, perforó al presidente Kennedy e hirió múltiples veces al gobernador Connally. La explicación oficial decía que: la bala identificada como CE399 perforó la espalda del presidente, salió por el cuello, giró de forma inexplicable y procedió a ingresar en la axila derecha del gobernador Connally, quien iba sentado delante de JFK en el auto descapotable. Una vez la bala entra al cuerpo de Connally por la axila, se desvía hacia abajo causando la ruptura de la quinta costilla. A continuación, la bala supuestamente salió por el pecho del gobernador, hace un giro a la derecha y entra en la muñeca derecha del político y le rompe el radio, sale de su muñeca y termina incrustada en el muslo izquierdo. Por si fuera poco la bala apareció después casi intacta en la camilla del gobernador en el hospital Parkland en Dallas.

La cuarta bala y el misterio del magnicidio de John F. Kennedy
Estados Unidos recuerda el 60 aniversario del magnicidio al expresidente John F. Kennedy. EFE/Biblioteca del Congreso de Estados Unidos

El origen del entramado

Uno de los libros publicados con motivo del 60 aniversario del magnicidio de JFK pretende responder al enigma de la bala mágica. La obra titulada The Final Witness (El testigo final), de Paul Landis, exagente del servicio secreto, que el 22 de noviembre de 1963 era el guardaespaldas de la primera dama Jacqueline Kennedy. La bala CE399 fue colocada supuestamente en la camilla del gobernador Connally por el propio Landis.

Las modernas técnicas de investigación criminal, sobre todo en la custodia y gestión de evidencia y escena del crimen fueron desarrolladas con posterioridad al magnicidio. Landis escribió en su libro −según Vanity Fair− que al recoger los enseres personales de la primera dama, que permanecían en el automóvil, encontró una bala ubicada en el respaldo superior de la parte del asiento que le correspondía a la esposa del presidente Kennedy. La bala estaba prácticamente intacta y Landis la guardó en su bolsillo. Como era escolta de la primera dama, entró al hospital Parkland, en donde se trataba infructuosamente de salvar la vida al presidente. Allí se encontraba la primera dama desconsolada con su recordado traje rosa, bañado en la sangre del mandatario.

Landis sacó la bala de su bolsillo y la dejó sobre una camilla que afirmó correspondía a la del exmandatario. Sin embargo, otros testigos afirman que era la del gobernador Connally. La bala fue recogida por otro agente del servicio secreto, quien formó parte de la escolta que llevó el cadáver de JFK por avión de vuelta a la capital de Estados Unidos. La bala le fue entregada al FBI, principal agencia investigadora, que la registró como proveniente de la camilla de Connally. Por la presión generada por la conmoción política a Kennedy se le efectuó una autopsia meramente protocolar y con total falta de la rigurosidad necesaria para las investigaciones posteriores.

La cuarta bala y el misterio del magnicidio de John F. Kennedy
Fotografía cedida por la Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy donde aparece el mandatario (c-d) mientras saluda a la multitud antes del inicio de un mitin, el 22 de noviembre de 1963 en el estacionamiento del hotel Texas en Fort Worth, Texas. EFE/Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy /Cecil Stoughton

Las severas críticas

De acuerdo con los portales BBC Mundo e Infobae, el libro de Landis provocó una agria crítica entre los historiadores y especialistas. La principal crítica ha sido ¿por qué razón Paul Landis esperó 60 años para contar esta historia? Los comentarios negativos no se limitaron a esto, ya que incluso se ha señalado que Landis fue interrogado múltiples veces en las distintas investigaciones realizadas a propósito del magnicidio, y en ninguna de estas, Landis reconoció haber descubierto la cuarta bala.

Por su parte, Landis y sus defensores, han reconocido que el remordimiento por guardar un secreto tan importante hizo que el exagente del servicio secreto sintiera la necesidad de contar su historia. Landis ha explicado a la propia Vanity Fair que en el 2014 él contó su versión sobre el manejo de la bala en una entrevista periodística.

Con el reconocimiento de que hubo al menos cuatro balas disparadas en el magnicidio, queda claro que Oswald no fue el único tirador. La carabina tana, Mannlicher Carcano, de calibre 6.5 mm que usó Oswald ese 22 de noviembre, tenía capacidad para disparar tres tiros en seis segundos que fue el tiempo que duró el tiroteo. La Comisión Warren asumió que Oswald era un tirador de alta puntería para haber tenido la efectividad necesaria para matar a JFK. Si existió una cuarta bala, que estaba en el respaldar del asiento de la primera dama, la conclusión es que hubo más de un tirador ese mediodía de noviembre. Posiblemente si la primera dama no realiza el salto que hizo sobre la parte posterior del auto para tomar un fragmento del cerebro de su marido que explotó por los disparos, quizás ella misma habría sido víctima de uno de estos disparos.

Aunque heroico, el comportamiento del servicio secreto en el viaje a Dallas dejó mucho que desear. Al menos nueve agentes, de la escolta presidencial, entre la veintena y treintena de años de edad, estuvieron tomando bebidas alcohólicas hasta horas de la madrugada de ese 22 de noviembre en un club nocturno que entonces existía en las afueras de Dallas. Algunos de los agentes se levantaron esa mañana cansados y no en sus mejores condiciones físicas o mentales, como reconoce Landis en su libro.

Otros errores del servicio secreto fueron el haber permitido que el presidente y la primera dama viajaran en un auto descapotable en una ciudad como Dallas, que era percibida como hostil contra el mandatario en razón de su condición de católico y con políticas incluyentes en materia de derechos civiles de los afro-estadounidenses. El error más grave que Landis y otros autores han señalado que se cometió ese día, fue el haber permitido ventanas abiertas en los edificios cercanos al recorrido presidencial.

En 1992 se aprobó una legislación por parte del Congreso de Estados Unidos, para obligar al gobierno federal a divulgar toda la verdad sobre el asesinato de JFK. Se fijó como fecha tope para las desclasificaciones de todos los documentos el año 2017, pero en esa fecha el entonces presidente Donald Trump, emitió un Decreto Presidencial para mantener en la confidencialidad miles de páginas de archivos. Los que se compartieron ese año estaban ampliamente censurados. Igual política ha asumido el gobierno del presidente Joe Biden quien ha mantenido la misma actitud en las divulgaciones de los documentos relacionados al magnicidio de JFK. A 60 años de un evento tan trascendental, las verdades, sean la presencia de una cuarta bala, o el comportamiento de los agentes de los servicios secretos, así como el de las agencias de inteligencia de Estados Unidos con respecto a sus presidente, siguen siendo incómodas.


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