Podemos definir la resiliencia familiar como la capacidad de una familia para sobreponerse a las adversidades, recuperarse de situaciones difíciles y fortalecerse a través de la crisis. Ejemplos de cómo las familias se reorganizan para recuperar y mantener su bienestar abundan en todo el mundo.
Hoy, en este espacio, conoceremos a la familia Erazo, quienes actualmente lideran la finca agroturística La Fortuna, ubicada en Puerto Asís, un municipio del departamento del Putumayo, Colombia.
Llegar a esta finca implica navegar en canoa a remo por la quebrada Agua Negra, acompañados por el canto de las aves. Este recorrido ya anticipa “la fortuna” de poder contemplar la naturaleza en su máxima expresión. Los bordes de la quebrada están revestidos de exuberante vegetación, creando un entorno cautivador que refleja la riqueza de la biodiversidad amazónica.

Pero más allá del paisaje, lo que realmente conmueve es la historia de transformación familiar: un camino que los llevó de cultivar coca −un cultivo ilícito− a sembrar frutas amazónicas como el arazá, apostando por un futuro sostenible y legal.
El recorrido
Al llegar a La Fortuna, los visitantes pueden disfrutar no solo de la agricultura sostenible y la conservación ambiental, sino también de un entorno donde se preserva la identidad del campesino.
“Se pasa la hoja de plátano por el fuego para que cambie el color, porque la hoja de plátano, como ustedes la pueden ver, es verde, rústica. Pero para que sea moldeable, también para que dé el sabor y se le quite el amargo a la hoja”, comparte Cristina Erazo, al recibir a un grupo de periodistas de Argentina, Brasil, Panamá y España que recorrieron esta región como parte de una travesía por el macizo colombiano. Esta ecorregión, reconocida por la Unesco como Reserva de la Biosfera, se extiende por los departamentos de Cauca, Huila, Putumayo y Nariño.
“La comida envuelta en hojas de plátano da otro sabor muy rico”, dice mientras muestra los insumos necesarios para preparar el fiambre: carnes, plátanos cocidos, chuletas, guisos frescos, huevos, entre otros. Cada visitante empaca su almuerzo en una bandeja, lo envuelve en la hoja, lo amarra, lo marca y lo coloca en la brasa para calentarlo.
Cristina, con la sencillez de una mujer de campo, explica cómo la familia se inició en el turismo comunitario.
“Más que todo estamos vinculados en turismo por la insistencia de mi padre, por la perseverancia de él, porque nosotros no queríamos”, confiesa.
Su padre, Hernán Erazo, comenzó a participar en diversas capacitaciones junto a otros pobladores. Con el tiempo, los animó con la idea de adentrarse en este tipo de turismo, pero los hijos se negaron.
“Nosotros estábamos enseñados a ver el turismo como cascadas, piscinas muy bonitas, hoteles, mares. ¿Qué les íbamos a mostrar nosotros acá en la finca?”, recuerda Cristina. Incluso intentaron que su padre se retirara de esas charlas para enfocarse solo en las de ganadería.
Sin embargo, en una de esas jornadas de capacitación, al ir a buscar a su padre, Cristina fue abordada por otros participantes que le hablaron del potencial turístico del lugar: el paseo en canoa, la gran variedad de aves y primates, los senderos. Todo eso fue suficiente para convencerlos de lanzarse al proyecto.
Toda la familia comenzó entonces a capacitarse en buenas prácticas alimentarias y atención al cliente.
Durante la pandemia, el confinamiento obligó a todos a permanecer en la finca, y ese tiempo se aprovechó para adecuar la casa familiar. “Esta casa es hecha por nosotros”, dice Cristina, al mostrar la vivienda de madera con techo de zinc, sala, cocina, comedor, varias habitaciones y rodeada de una gran variedad de plantas.

Laboratorio interactivo
La experiencia incluye no solo el recorrido en canoa y el acercamiento a la gastronomía campesina, sino también la historia de cómo los frutos amazónicos han servido de sustento para esta familia.
Tras una caminata por los senderos de la finca, donde se observan grandes árboles y variedad de plantas, se llega al laboratorio interactivo “La paz es una fortuna”. Una leyenda bajo el cartel reza: “Trascender a una nueva vida de tranquilidad no tiene precio”.

Este espacio es una réplica del laboratorio donde Hernán Erazo procesaba la hoja de coca. Aunque está hecho de madera, Cristina explica que los verdaderos laboratorios se construyen con plástico para poder moverlos y “despistar al enemigo”.
“Nosotros siempre contábamos esta historia en los cultivos, pero las personas que nos han visitado nos dieron la idea de reconstruir el laboratorio como una herramienta tipo museo, sobre todo para llegar a los más jóvenes”, cuenta.
Hernán toma la palabra para relatar cómo fue el proceso de transformación. Por años, el cultivo de coca les permitió sobrevivir, pero decidieron dejarlo para preservar su integridad y la de su familia. Su vida corría peligro.
En el laboratorio hay paneles que explican cómo se transformaba la hoja de coca en polvo. Mientras se escucha el testimonio de Hernán y su hijo Hugo, los visitantes son invitados a probar té de coca, que según explican, tiene múltiples beneficios: es analgésico, combate la diabetes, oxigena la sangre, alivia la artritis y el estrés.
Hernán también muestra las mesas, pesas y herramientas que se utilizaban en el laboratorio. Durante cerca de 15 años, esa fue su actividad principal, hasta que uno de sus compañeros, al que identifica como Cicifredo, fue asesinado. Entonces, la familia decidió huir de su anterior finca y asentarse en el lugar donde hoy florece La Fortuna.

Antes de lanzarse al agroturismo, intentaron con el cultivo de palmito y cacao, pero no tuvieron tanto éxito como con la finca actual.
Desde allí ahora salen frutos amazónicos como el arazá, camu-camu, copoazú y cocona, que gracias a convenios con empresas locales se transforman en galletas, mermeladas y dulces.
“Hoy estamos más bien que nunca”, reflexiona Hernán.
La finca recibe visitantes de Colombia, España, Argentina, India y otros países. Se organizan pasadías, y el sueño de la familia es convertir el lugar en un hospedaje rural.
Para más información, se puede visitar su cuenta de Instagram: @fincalafortunapa

