Rusia acogió este jueves 27 de enero con frialdad el rechazo de Estados Unidos y la OTAN a sus exigencias de seguridad en torno a la crisis en Ucrania, aunque ambas partes han dejado la puerta abierta a mantener el diálogo.
Tanto Estados Unidos como la OTAN rechazaron este miércoles por escrito las peticiones claves de Moscú: el fin de la política de ampliación de la alianza transatlántica hacia la antigua zona de influencia soviética y un repliegue militar a las posiciones de 1997.
Con decenas de miles de soldados desplegados en la frontera con Ucrania que alimentan temores de una posible invasión, Rusia alega que se siente amenazada y busca rediseñar la arquitectura de seguridad europea surgida tras el fin de la Guerra Fría y la caída de la URSS.
“No se puede decir que nuestros puntos de vista hayan sido tomados en cuenta o que haya una voluntad de atender nuestras preocupaciones”, dijo a la prensa el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, señalando que su gobierno “no se dará prisa” en responder al rechazo estadounidense.
Por su parte, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, lamentó la respuesta negativa “a la cuestión principal” planteada por Moscú: que la OTAN no se amplíe, especialmente a Ucrania.
Pero dejó la puerta abierta al diálogo señalando que “hay una reacción que permite esperar el inicio de una discusión seria sobre cuestiones secundarias”.
El secretario de Estado estadounidense Antony Blinken indicó en la víspera que había propuesto “un canal diplomático serio si Rusia lo desea”. Anteriormente, Washington había evocado compromisos en control armamentístico o en transparencia en ejercicios militares.
Mientras las maniobras diplomáticas se multiplican, el ruido de sables sigue resonando en el Este de Europa, con unos 100,000 soldados rusos desplegados en la frontera de Ucrania desde finales del año anterior.


