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111 años de soberanía, orgullo y compromiso nacional

El 15 de agosto no es una fecha cualquiera para Panamá. Es el aniversario de una de las obras más admiradas del mundo, pero sobre todo, es la conmemoración de un símbolo vivo de soberanía, esfuerzo colectivo y amor por la patria. El Canal de Panamá cumple 111 años de operación y reafirma su papel como columna vertebral de la economía nacional y emblema del compromiso panameño con el mundo.

Hablar del Canal no es solo hablar de ingeniería y comercio. Es hablar de la historia viva del país. Es mirar atrás y reconocer el largo y complejo camino que Panamá recorrió para convertirse en dueño legítimo de esta vía interoceánica. Desde los días de lucha cívica hasta la transferencia definitiva en 1999, la historia del Canal es, en gran medida, la historia del pueblo panameño reclamando su derecho a decidir sobre su propio destino.

Para quienes han trabajado en el Canal —y me cuento entre ellos— este aniversario tiene un matiz aún más profundo. No es una celebración distante ni una fecha simbólica más; es un momento de memoria y gratitud. Porque trabajar en el Canal es servir a la nación desde uno de sus centros neurálgicos. Es formar parte de una historia que se escribe día a día, con cada tránsito, cada turno nocturno, cada lluvia sobre las esclusas, cada reto superado en silencio por una fuerza laboral comprometida, preparada y orgullosa.

El canalero no es simplemente un trabajador; es un custodio de un legado. Es quien, con disciplina y vocación, garantiza que esta ruta siga operando de manera eficiente, segura y neutral, como exige la Constitución y como demanda el contexto global. Es quien entiende que, más allá de lo técnico, cada paso en el Canal está cargado de historia, de significado y de responsabilidad patriótica.

Hoy, más de dos décadas después de haber asumido el control total del Canal, los panameños hemos demostrado que no solo estábamos listos para administrarlo, sino que estábamos destinados a hacerlo mejor. La gestión panameña ha sido reconocida internacionalmente por su eficiencia, transparencia y adaptabilidad. Ese mérito pertenece a miles de trabajadores y profesionales que, con dedicación y amor por su país, han hecho posible lo que antes muchos dudaban que lograríamos.

Pero no podemos caer en la autocomplacencia. El Canal enfrenta desafíos reales y complejos: desde los efectos del cambio climático sobre los niveles del lago Gatún, hasta las tensiones comerciales globales y la creciente competencia de otras rutas marítimas. Estos retos exigen visión, planificación y unidad nacional.

Más que nunca, se requiere una nueva generación de canaleros que entienda el momento histórico y asuma el compromiso con la misma pasión que lo hicieron quienes nos antecedieron. Porque el Canal también es futuro: es un proyecto en evolución, una obra que no termina, una herramienta que debe seguir sirviendo a Panamá y al mundo bajo los principios de soberanía, neutralidad y servicio.

Para muchos, el Canal sigue siendo una maravilla de la ingeniería. Para nosotros, los panameños, es además una manifestación concreta de lo que somos capaces de lograr cuando nos unimos. Es el recordatorio de que, a pesar de las dificultades, podemos administrar con excelencia lo que es nuestro, podemos ser modelo regional de gestión pública y podemos mirar al mundo desde una posición de respeto y liderazgo.

Este aniversario no debe pasar como una fecha más en el calendario. Debe ser una oportunidad para renovar nuestro compromiso con la patria, para agradecer a quienes han entregado años de servicio al Canal y para inspirar a los jóvenes a ver en esta obra no solo un motor económico, sino una fuente de identidad y orgullo nacional.

Que cada tránsito por nuestras esclusas sea también un recordatorio simbólico de lo que puede lograr un país pequeño en tamaño, pero inmenso en determinación. Que cada canalero, actual o retirado, sepa que su labor ha sido y sigue siendo fundamental. Y que cada panameño, sin importar su ocupación, reconozca que este Canal es de todos y que su destino está unido al nuestro.

El Canal es de Panamá. Y así debe seguir siendo: ejemplo de soberanía, eficiencia y esperanza para las generaciones por venir.

El autor es máster en administración industrial.


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