Cada 20 de diciembre Panamá vuelve a reflexionar sobre un capítulo decisivo de su historia reciente: la caída del régimen militar que gobernó el país durante más de dos décadas. Es una fecha profundamente emocional, pero también una que se ha ido reinterpretando con el tiempo, en ocasiones alejándose del contexto que la hizo posible. Para comprender su verdadero significado es necesario mirar con claridad la realidad que vivía el país antes de 1989, así como el impacto de los acontecimientos que permitieron el retorno a la institucionalidad democrática.
La dictadura no fue una desviación menor ni un simple conflicto político. Panamá vivió bajo un sistema que combinó represión, censura, corrupción estructural, persecución a opositores y un control prácticamente absoluto sobre la vida pública. Las instituciones estaban debilitadas, el derecho se aplicaba de manera selectiva y la ciudadanía vivía entre el miedo, la incertidumbre y la impotencia. No existe evidencia histórica creíble que sugiera que aquel régimen hubiese caído mediante pañuelitos blancos, toque de pailas, protestas simbólicas o actos de resistencia pacífica. El poder militar había demostrado reiteradamente su disposición a utilizar la fuerza, y lo hizo.
En ese contexto surgió la Operación Causa Justa, del 20 de diciembre de 1989, ejecutada por Estados Unidos. La intervención no solo desmanteló el aparato militar que sostenía a la dictadura, sino que permitió abrir el camino para restablecer la democracia, reiniciar la transición institucional y liberar a un país atrapado en un callejón sin salida. Nos guste o no, ese momento cambió el rumbo nacional. Sin esa acción externa, la caída del régimen era altamente improbable, y cualquier intento interno de transformación habría sido nuevamente contenido o reprimido, como ya había ocurrido.
Más de tres décadas después, asistimos a un proceso de reinterpretación política y simbólica de la fecha. Durante el gobierno pasado, se declaró el 20 de diciembre como Día de Duelo Nacional. La pregunta resulta inevitable: ¿duelo por qué? ¿Por la caída de un régimen autoritario? ¿Por la recuperación de la democracia?
El duelo suele reservarse para tragedias, no para el desenlace de una dictadura. Esto no implica ignorar las vidas perdidas, pero convertir el día en un símbolo nacional de luto desplaza el enfoque histórico central: Panamá recuperó su libertad política y la posibilidad de reconstruir sus instituciones democráticas.
Mientras muchas naciones celebran los momentos en que cayeron sus dictaduras, Panamá ha optado por institucionalizar una narrativa distinta, que corre el riesgo de oscurecer el proceso que nos condujo nuevamente a la vida democrática. Esta reinterpretación dificulta que las nuevas generaciones comprendan plenamente el contexto previo y el significado profundo de lo ocurrido en 1989.
El 20 de diciembre debería ser una fecha de reflexión, sí, pero también de entendimiento y valoración. Reflexión sobre lo que implica vivir bajo un régimen autoritario; entendimiento de cómo se recuperó el orden democrático; y valoración hacia quienes resistieron internamente, así como hacia la intervención que, en última instancia, hizo posible la restauración de nuestras instituciones.
Hoy, más que nunca, el 20 de diciembre cobra relevancia en momentos en que Panamá atraviesa un proceso de debate y alfabetización constitucional. Comprender la historia nos permite aprender cómo los errores del pasado y las estructuras mal diseñadas pueden afectar la libertad y la democracia.
Recordar este día como símbolo de libertad no es glorificar la guerra, sino reconocer un hecho histórico: la democracia, con todas sus imperfecciones y desafíos, no surgió espontáneamente. Fue recuperada. Por eso, mirar el 20 de diciembre con honestidad histórica implica reconocer que no representa una derrota nacional, sino la derrota de una dictadura. Esa fecha, lejos de ser un día de duelo, puede entenderse como el renacer de nuestra libertad, con la esperanza de que el Estado adopte un enfoque más educativo, celebre plenamente la democracia y guíe a los ciudadanos hacia una comprensión de lo que realmente hace posible un país libre, próspero y con verdadera justicia.
La autora es presidenta de la Junta de Desarrollo Local de El Carmen.

