La incertidumbre ha dominado el contexto de los primeros meses de 2025: anuncios de incremento en las tarifas arancelarias a niveles no vistos en un siglo, una inflación que disminuye más lentamente de lo previsto y crecientes tensiones geopolíticas.
Dado este panorama, el FMI proyectó en abril que el crecimiento de la economía mundial será de 2.8% este año, lo que representa una reducción de 0.5 puntos porcentuales respecto a su proyección anterior.
Esta disminución en la proyección de crecimiento y las posibles guerras comerciales han provocado un aumento en la incertidumbre sobre las políticas comerciales. El índice elaborado por Economic Policy Uncertainty registró en abril el nivel más alto de su historia: 4,928.14 puntos. Aunque la suspensión temporal de los nuevos aranceles por parte de Estados Unidos redujo ligeramente dicho índice, la incertidumbre sigue siendo alta. Por ello, las empresas, al no tener suficiente claridad sobre el futuro, están postergando sus decisiones de inversión y reconsiderando la configuración de sus cadenas de suministro.
Esta falta de claridad para la toma de decisiones empresariales ha derivado en un aumento de la incertidumbre en los mercados financieros, llevando en abril al índice de volatilidad conocido como VIX a un valor tan elevado que solo ha sido superado por los niveles observados durante la pandemia de 2020 y la crisis financiera de 2008.
Por otro lado, frente a un mercado laboral robusto y poca evidencia de control de la inflación, la Reserva Federal no tiene muchos argumentos para reducir las tasas de interés de referencia. Al día de hoy, el mercado prevé que en las próximas reuniones del 7 de mayo y 18 de junio no se produzcan cambios en las tasas.
Con este panorama de bajo crecimiento, incertidumbre en la política comercial e inflación elevada, surge la pregunta: ¿hacia dónde dirigen sus recursos los inversionistas?
Bajo este escenario, similar al de estanflación que se vivió a finales de los años setenta, los inversionistas consideran que pueden agregar valor a sus carteras de inversión posicionándose tácticamente en acciones de baja volatilidad, las cuales tienden a comportarse mejor en este contexto que las acciones de tipo momentum o value.
Igualmente, los inversionistas están dirigiendo sus inversiones de renta variable hacia acciones de empresas de consumo básico o defensivas, con el fin de evitar posibles caídas sistémicas si la volatilidad persiste durante el resto del año. Mientras tanto, a nivel sectorial, pese a la corrección de precios al inicio del año, siguen favoreciendo a las empresas proveedoras de soluciones en inteligencia artificial, dado el continuo flujo de inversión de capital en este rubro por parte de las empresas.
Por otro lado, los bonos del Tesoro a 10 años están rindiendo 4.31%, mientras que las ganancias por acción del S&P 500 rinden 3.58%, señal de que aún se puede encontrar valor en la renta fija, especialmente en el corto plazo. En el largo plazo, los inversionistas buscan protección en bonos indexados a la inflación.
En este contexto de alta volatilidad, los inversionistas también están considerando opciones de inversión alternativas y mantener una mayor proporción de efectivo.
El autor es financista.

