Tengo amigos que me comentan a menudo: “Comenzaste cuando tenías 20 y pico de años y sigues a tus casi 88; tienes más de 60 años de estar luchando por una democracia participativa y justa... ¡y nada que se llega a lograr! ¿Cómo haces para seguir con esta lucha?”.
Mi respuesta es: ¡para mí no hay opción! El futuro por el que lucho, ahora que tengo el privilegio de tener 13 bisnietos, se mide en términos de 100 años… y aunque ha habido muchos logros, no representan el éxito total, pues eso es algo que nunca se logra. La democracia nunca se da por hecha… es una lucha interminable… y entonces —cuando se logra— hay que continuar cuidándola.
El comunista italiano Antonio Gramsci, encarcelado por los fascistas, escribió una carta desde prisión sobre su compromiso: “Soy pesimista porque tengo inteligencia, y optimista por mi compromiso”. “Tengo —escribió— paciencia ilimitada, animada por la perseverancia”.
Esas geniales palabras de Gramsci, en parte, explican humanamente por qué seguimos en la lucha, aun sabiendo que el éxito total de una democracia participativa y justa es casi imposible de lograr; hay que mantener una visión del cuadro grande y accionar con valentía, tenacidad, solidaridad y estrategia… día a día, ¡todos los días!
Gracias a la lucha se han producido alentadoras victorias. Superamos una dictadura de 21 años... por Constitución nuestro país se declaró desmilitarizado y neutral… nuestro sistema electoral ha pasado de la etapa de varilleros, Boinas Negras y robadores de urnas a gozar de elecciones libres, civilizadas, en paz, en las que siempre ha ganado la oposición al gobierno, sin que nadie alegue “trampa”.
Nuestro pueblo —en gran medida— rechaza la reelección. El narcodictador Noriega murió en la cárcel. A pesar del cáncer de la corrupción, hay un expresidente que fue encarcelado en el exterior y en Panamá… y sigue huyéndole a una condena de 15 años y una multa de $18 millones. Tanto sus hijos como él viven huyéndole a las cárceles extranjeras y panameñas. Un presidente de la Corte Suprema fue condenado y encarcelado.
En el centro de nuestro país, el Canal es y seguirá siendo de Panamá, pese a las bravuconadas del Norte, y con todos sus defectos, constituye un ejemplo de honradez y eficacia, manejado por panameños. Luego de que se logró una macroexpansión que fue ejemplo internacional… ahora toca garantizar el agua para el Canal y toda la población del país, tras el proyecto de Río Indio. En esto, no hay opción.
Nos toca ahora imitar el ejemplo canalero dentro de otras entidades públicas… pero falta mucho por hacer.
Lograda la democracia electoral, nos falta la democracia ciudadana. El poder ciudadano tiene que lograr reducir la desigualdad inaceptable que amenaza —con razón— la estabilidad del sistema democrático.
Tenemos que aprovechar el hecho de que estamos a la orilla de una catástrofe y lograr un renacimiento de la democracia, con mayor participación y una más justa y honesta gobernanza, en la que reine la igualdad de oportunidades (sabiendo que no puede existir la igualdad de resultados), y que sea siempre la chispa creativa humana el motor que mueva una economía más participativa y justa. Los ciudadanos tenemos que entender la desigualdad y proponer respuestas visionarias, lejos de una nostalgia por mantener un pasado que ya pasó… y alejadas de los secuestros de hecho a la libertad… practicados por grupos rechazados electoralmente por la gran mayoría (98 %) de la población.
En su libro Democracy May Not Exist, But We’ll Miss It When It’s Gone (Aunque pensemos que la democracia no existe, la extrañaremos cuando desaparezca), la autora socialdemócrata Astra Taylor cierra diciendo: “No busquemos a ‘padres de la patria’; aspiremos todos a ser parteras ayudando —frente a la crisis de hoy— a traer a la vida una democracia institucional nueva que está por nacer”.
Acción y esperanza… ¡siempre!
El autor es fundador de La Prensa.
