¡Ábrete Sésamo! La montaña tembló y una gran puerta se abrió para dar paso a una cuadrilla de ladrones que introducían sacos cargados de oro, joyas y diamantes.
Estaban tan concentrados en descargar el botín que no se percataron de que un pobre leñador escondido en la maleza observaba toda la acción que se desarrollaba al pie de la montaña. Los ladrones, una vez terminada la faena de guardar lo robado dentro de la cueva, salieron y pronunciaron ¡ciérrate Sésamo! y se cumplió el mandato.
El leñador era Alí Babá, que ni corto ni perezoso, después de que vio que los ladrones se alejaron se dispuso a decir las palabras mágicas ¡ábrete Sésamo!, se introdujo y al ver el esplendoroso botín, cargó con lo que pudo y se fue a casa.
El cuento es muy conocido a nivel mundial y ha dado interpretaciones muy sabias con resultados como un refrán tan milenario que siempre cobra vigencia en cualquier época... “ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón”.
Puedo entender a ciudadanos cuyas honestidades se sublevan al ver las demenciales leyes y las inmunidades que protegen tanto a delincuentes callejeros como a los de cuello blanco.
Tenemos un panorama con protagonistas enquistados en lo más alto del poder: gobernantes complacientes en extremo con sus familiares y amistades. Magistrados y jueces con agendas que establecen la cartilla con precios por los fallos a favor o en contra. Diputados que imponen sus tarifas por aprobar o desaprobar leyes.
Ya son evidentes las huellas del matraqueo de los tres órganos del Estado y con el afán único de lograr unos dólares más.
Me causa tristeza ver la indolencia de mi pueblo que solo se encoge de hombros y mira para otro lado cuando las campanas repican reclamando acciones en forma frontal contra los que se creen dueños de Panamá.
Alí Babá le robó a los ladrones, pero con el botín repartió bonanzas a su pueblo. Lo mismo hizo otra leyenda llamada Robin Hood, pero este robaba a los ricos para dárselo a los pobres.Eso me recuerda un buen chiste. “El asaltante encañona a un hombre y le ordena que le entregue todo el dinero. La víctima le dice al asaltante que es diputado, a lo que el asaltante le amenaza más seriamente... ¡entonces dame lo mío!”.
El autor es periodista
