Según datos de la Contraloría General de la República (Instituto Nacional de Estadística y Censo), el sector de la construcción alimenta hoy a 178 mil familias panameñas y representa el 16% del PIB. Si se incorporan las inversiones en desarrollo inmobiliario, las obras de contratistas generales, subcontratistas, proveedores de equipos e insumos y promotores de bienes raíces, esa contribución al PIB supera el 30%. Pero estas cifras no dimensionan el verdadero aporte de esta actividad económica a la inclusión social, en el décimo país más desigual del mundo, donde la mitad de los estudiantes que comienza sus estudios de secundaria no los culmina, y el 95% de graduandos humildes se ve forzado a buscar trabajo.
La construcción, con un requerimiento promedio de escolaridad de 9.6 años aprobados, salario promedio de $681.90 y con 83% de su fuerza laboral con educación media o inferior, plantea para muchos jóvenes de escasos recursos una posibilidad real de un empleo digno, para comenzar a construir un proyecto de vida.
Un informe del Banco Mundial (2012), sobre educación y empleo en Panamá, hace referencia a que cada dólar invertido en la expansión del Canal generó 64 centavos de demanda interna (mayormente en el área de la construcción) y 36 centavos en bienes de capital. También señala que el final de la ampliación del Canal eliminaría un importante estímulo para la economía, generando desafíos para el crecimiento durante esta década y presión para una rápida reasignación de la mano de obra. Esto plantea un duro reto para un sistema educativo históricamente divorciado de la realidad laboral del país.
En el ámbito internacional se estima que la industria de la construcción tiene un índice multiplicador de empleo de 1.6. Es decir, cada 100 empleos de construcción que se crean generan hasta 160 nuevos empleos directos, indirectos o inducidos en otros sectores de la economía. El efecto contrario ocurre cuando se pierden 100 empleos directos en la construcción.
Por otro lado, a pesar de la desaceleración del ritmo de crecimiento en Panamá, en los últimos dos años se han generado 76% nuevos empresarios formales, patronos, que los 10 años anteriores juntos. En ese lapso, la construcción perdió 18 mil 264 empleos directos, pero los empresarios formales del ramo aumentaron en 35%. Como vemos, el crecimiento económico sostenible y solidario estáíntimamente ligado a la reactivación de la industria de la construcción y al fomento del emprendimiento, así como el alineamiento de la oferta educativa y formativa a las competencias que requiere el desarrollo del país.
Esto, a su vez, presupone que los sectores productivo y educativo se sienten en la misma mesa a trabajar coordinadamente. Este diálogo ha comenzado, pero debe ser permanente, de lo contrario, seguiremos buscando “culpables” y no soluciones. La educación debe servir para que los jóvenes encuentren una manera digna de ganarse la vida, y en este contexto, la industria de la construcción es pieza clave como fuente de oportunidades para los sectores más necesitados.
