Hoy en día Panamá cuenta con programas de acceso gratuito a la educación, pero lo que desconocemos es que, a pesar de tener acceso al sistema educativo, cada año es menor la participación de los estudiantes dentro de los centros educativos. Según estadísticas del Meduca, la deserción estudiantil cada año asciende más, a tal punto que se ha vuelto difícil para el Gobierno garantizar una educación digna a su población. Generando en ellos un impacto negativo en la sociedad, donde cada vez es más evidente ver a niños trabajando en la calle y no en un salón de clases.
Cabe destacar que a medida que el estudiante debería ir avanzando en su educación, el nivel de desertores va aumentando, teniendo así que en 2016 los alumnos matriculados en primaria representaban en el país 364 mil 294, mientras que en premedia eran 181 mil 576. Esto ocurre, porque a medida que el individuo crece, le es más fácil insertarse en trabajos formales o informales.
Otro factor que está directamente relacionado con el abandono de la educación es el nivel de pobreza, debido a que mientras exista una carencia de recursos dentro de los hogares, el joven se verá obligado a trabajar y poder ayudar a mantener a su familia, sin pensar en estudiar. Según la Encuesta de Trabajo Infantil (ETI), realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INEC), en el año 2016 se estimó que la población en condición de trabajo infantil era de 23 mil 855 menores de edad, de los cuales el 22% está en las áreas urbanas y el 78% restante se localiza en áreas rurales y comarcas indígenas. Como es de apreciarse la mayor falta de educación se localiza en las zonas menos privilegiadas, sin embargo, se convierte en un problema que afecta a toda la sociedad, mientras los jóvenes sigan perdiendo interés en el sistema educativo y vean como una necesidad primordial salir a trabajar; en esta misma medida el país irá en decrecimiento, al ir disminuyendo la cantidad de personas que se encuentren realmente preparadas.
Por lo tanto, debemos considerar que es difícil para los jóvenes tomar la decisión de estudiar, si se encuentran entre la disyuntiva de apoyar a sus familias para poder suplir entre todos las carencias que existen o continuar su preparación académica. Mientras que esta situación persista, el Estado debe buscar crear otra serie de medidas que permitan que los centros educativos no continúen vacíos, a través de programas y apoyo económico a los hogares, que impulse que la primera opción para los pequeños de la casa sea siempre la de continuar educándose.
La autora es estudiante de maestría con énfasis en gerencia estratégica.

