Arnulfo Arias tuvo una vida larga y azarosa. Muchos fueron sus proyectos y aciertos, otros tantos sus desengaños y equivocaciones. Entre los primeros, se menciona la Caja de Seguro Social, el voto a la mujer, su nacionalismo y su fortalecimiento de la identidad nacional. Entre los desaciertos, sus intentos por desarticular a la oposición, su centralización del poder, la constitucionalización de medidas discriminatorias y su toma arbitraria de decisiones.
El Dr. Arias se mantuvo vigente en la vida pública desde que irrumpió en el escenario nacional, el 2 de enero de 1931, hasta su deceso –57 años después– el 10 de agosto de 1988. Ni derrocamientos, ni exilios, ni encarcelamientos lograron borrarlo del mapa político: antes bien, fortalecieron las simpatías de que gozaba e intensificaron la conexión con sus seguidores.
Durante décadas, Arnulfo Arias ha sido tema de conversación y, aunque mucho se ha escrito sobre él, un estudio riguroso de su trayectoria sigue pendiente. Hay, al menos, tres elementos importantes para este análisis.
En primer lugar, su liderazgo popular y de masas. El Dr. Arias lideraba multitudes provenientes de los sectores populares. El poderoso, casi mágico influjo que ejercía sobre sus seguidores –su carisma, en términos de ciencia política– contribuye a explicar su popularidad.
Para los partidarios de Arnulfo Arias, seguirlo era una obligación. Por eso, el panameñismo histórico se caracterizó por su lealtad, una cualidad que hoy ha dado paso al clientelismo, la doble moral y el oportunismo en su propio partido.
El segundo elemento es su vocación electoral. Tras iniciar su carrera política mediante un golpe de Estado (1931), Arnulfo Arias siempre buscó el respaldo popular expresado en las urnas.
Eso lo pone a kilómetros de distancia de los dictadores militares que nunca se atrevieron a presentarse personalmente a una votación popular, porque sabían que perderían. Los jenízaros usaban testaferros a quienes imponían a través de fraudes electorales ejecutados por esbirros como el que hoy forma parte de una comisión de la verdad.
Un tercer elemento, quizás el más interesante, es la transformación de su liderazgo, el cual adquirió dimensiones simbólicas en las postrimerías de su vida, tras su deposición y exilio (1968-1978).
A su retorno al país, el 10 de junio de 1978, ante una multitudinaria concentración en la plaza de Santa Ana, condenó“la traición satánica” de los militares, “inspirada por lascivia, avaricia, codicia y envidia”, que cubrió al istmo “con gemidos de dolor, sangre y su secuela de cárceles, torturas, homicidios, prostitución, narcóticos y saqueo a mano armada”.
Seguidamente, se puso al servicio de la restauración democrática: “En esta memorable fecha, con la visión impostergable de las ansias de regeneración del panameño, regresamos al suelo patrio, con una nueva misión histórica, en el momento justo en que el pueblo exige responsabilidad al culpable de la usurpación del poder y del saqueo de la riqueza pública”.
En adelante, su propósito sería ese: representar al pueblo en su lucha contra la dictadura, en cuyo desempeño el Dr. Arias rindió su más esmerado servicio a la nación panameña. Apoyó la creación del Frente Nacional de Oposición (Freno) contra la dictadura, propuesto por dirigentes opositores como Ricardo Arias Calderón y Carlos Iván Zúñiga.
En 1984, encabezó la propuesta electoral mayoritaria en oposición al régimen militar. La tiranía negó su triunfo mediante un fraude repugnante.
Años más tarde, cuando un militar jubilado confesó que la trampa se había hecho en su residencia mal habida, la oposición dispuso marchar al palacio de Las Garzas para acompañar al verdadero ganador en la votación presidencial. Aunque ese 10 de junio de 1987, a sus 85 años, fue repelido por las Fuerzas de Defensa, el Dr. Arias no se amilanó. Fue, hasta su muerte, emblema de la lucha contra el régimen castrense.
En 1988, la muchedumbre más grande vista en Panamá se congregó para participar en sus exequias. Centenares de miles de panameños lo despidieron bajo la consigna: “ha muerto el caudillo, ha resucitado el pueblo”.
Hoy, 28 años después de su deceso, corresponde a la dirigencia de su Partido Panameñista rechazar la política de improvisación, mediocridad, corrupción y componendas con los secuaces de la tiranía en favor de un firme compromiso con la democracia y la justicia social.
