La bandera levanta ampollas. El uso en Carolina del Sur de la enseña que fue símbolo confederado en la Guerra de Secesión contra los estados del norte, mantenida en lo más alto del mástil cuando la bandera federal lucía a media asta como símbolo de duelo por la reciente matanza de feligreses negros en Charleston, ha sido la chispa que ha reabierto una herida pertinaz.
El uso en España de la bandera constitucional en el primer acto de campaña preelectoral del candidato socialista, Pedro Sánchez, también ha sorprendido en la medida en que hasta ahora el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no hacía suyo ese símbolo. Uno y otro gesto no son equivalentes, desde luego; media un abismo entre lo que es el uso de la bandera confederada a favor del racismo y la atribución de la rojigualda al bando que ganó la guerra civil española. Pero en ambos casos queda patente que no se ha conseguido superar unos conflictos a los que cabe ya llamar históricos.
De hecho, la ley aprobada en el año 2000 por el senado de Carolina del Norte para normalizar el uso de la bandera confederada pretendía convertir esta en una especie de homenaje a los soldados que lucharon en el bando sureño, relegándola casi a los museos. Pero los símbolos significan lo que quieren quienes los exhiben y, en este caso, dejar la bandera en lo alto del mástil en Charleston –por más que se haya recurrido al argumento falaz de que carece de poleas para dejarla a media asta– es un claro desafío no a lo que pasó hace siglo y medio sino a quienes defienden la igualdad racial.
Camino de los 80 años del comienzo de la Guerra Civil española, tampoco parece haber transcurrido tiempo suficiente para que todos los ciudadanos vean como suya la bandera constitucional. Pese a que en 1978 España aceptó por amplísima mayoría el régimen monárquico y la bandera que sustituía a la llamada despectivamente como “la del aguilucho”–la oficial durante el franquismo–, no hay acto público de partidos como Podemos o Izquierda Unida en el que deje de exhibirse la bandera tricolor. Con el PSOE el alma republicana estaba ahí, latente, hasta que Pedro Sánchez ha decidido que el partido haga suya la enseña constitucional.
El debate no tiene color en términos académicos: resulta abrumadora la carga argumental en favor de un régimen republicano en España y fuera de España. Pero no se está discutiendo acerca de lo que son los derechos de la ciudadanía ni la manera de delegarlos; lo que hay en mi país es una Constitución vigente que define una bandera y un régimen determinados. En tanto que no se cambie, son los símbolos de todos los españoles. Con el matiz de que, si en toda Europa los ciudadanos aprecian y exhiben su bandera, en España es motivo de controversia. El gesto del PSOE pretende en principio evitar esa polémica que deja a España sin una bandera común. Pese a que quepa ver en el gesto un movimiento estratégico para ganar posiciones en el centro político, se trata de una cuestión interesante. Con una solución imposible, a juzgar por los símbolos que se ven como propios tanto en Cataluña como en el país Vasco.
