[SOCIEDAD]

Barrio rico, barrio pobre

Ante la imposibilidad de expandirse, muchas ciudades crecen hacia el interior mediante la regeneración de barrios, la rehabilitación de espacios o la mejora de servicios públicos. Cuando las grandes ciudades reconfiguran el espacio urbano de los barrios de tradición obrera bajo la excusa de la revitalización, se produce un fenómeno denominado gentrificación.

El término se refiere al proceso de “elitización residencial” o de “ennoblecimiento” de un barrio. El concepto de gentry se asocia a lo “burgués”, así que al pie de la letra se podría traducir como “aburguesamiento”.

Este proceso está detrás de la transformación de SoHo y Harlem en Nueva York, Brixton en Londres y también de los madrileños barrios de Chueca y Lavapiés. Lugares considerados marginales y peligrosos durante décadas albergan ahora locales de moda, residencias de lujo y restaurantes exclusivos.

A pesar de la mejora del nivel de vida de estos lugares, el origen del proceso gentrificador radica en la desigualdad. Y uno de sus motores es el mercado inmobiliario. El aumento del tamaño de los núcleos urbanos ocasiona una mayor demanda de vivienda y la llegada de las clases media y media-alta a barrios de tradición obrera provoca un cambio en su tejido. En consecuencia, se impone un estilo de vida que excluye a los que menos recursos tienen.

Este fenómeno está enmarcado en la teoría económica del “goteo” o trickle down. Según esta, los beneficios derivados de las políticas económicas favorables a los más ricos también repercuten en las clases menos favorecidas, porque la mejora de la economía es global. Por ello, el aumento del nivel de vida de un área traería beneficios para todos.

Sin embargo, la realidad es que la revalorización de los alquileres y la venta de inmuebles, debido al incremento del nivel de vida, fuerza a muchos residentes a abandonar el barrio. Las comunidades existentes se rompen y los ciudadanos más pobres tienen que marcharse a otras zonas que, si no se actúa, se convertirán en las nuevas áreas marginales.

La gentrificación “limpia” el barrio, pero no soluciona los problemas que la provocan.

Uno de los mitos para justificar este fenómeno radica en que la única otra alternativa es la decadencia. No obstante, las ciudades también pueden combatir este proceso mediante una mejor distribución de los recursos para terminar con la desigualdad y la pobreza. Para ello se deben ejecutar políticas de bienestar a largo plazo que den paso a una ciudad más democrática e igualitaria. Pero también podrían aplicarse medidas a corto plazo, como el control sobre los precios de los alquileres.

Eric Clark, estudioso del fenómeno, defiende que “las políticas para evitar la gentrificación y desplazamiento de personas deben orientarse a establecer y mantener la propiedad común, mayor igualdad y la utilización del valor impulsado en la toma de decisiones”.


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