La batalla por la destitución de Dilma Rousseff no solo pone fin a 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, también es un gran retroceso para la “marea rosa” de la izquierda en América Latina. Han pasado casi dos décadas desde que la izquierda avanzó y barrió con el poder en la región, bajo la promesa de una nueva política para un nuevo siglo.
La llamada “marea rosa”–por ser más moderada que los rojos comunistas revolucionarios de la Guerra Fría– alcanzó a 15 países, comenzando por Venezuela con la elección del fallecido Hugo Chávez en 1998. Pero fue el gigante Brasil el que, verdaderamente, tiñó de rosa el continente con el carismático y popular Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma, su ahijada política, cuando el PT llegó en 2010 al poder.
Lula –un exlíder sindical metalúrgico– y Rousseff –una exguerrillera que sufrió cárcel y tortura con el régimen militar instalado en 1964– cambiaron y revitalizaron la imagen de la vieja izquierda latinoamericana y su modelo fue admirado por buena parte del planeta.
Combinando políticas ortodoxas y amigables con el mercado, con programas sociales revolucionarios, Lula soñó con Brasil de clase media impulsado por el consumo. Aunque ese sueño se ha visto frustrado. Tuvo la suerte de llegar con el boom de los mercados emergentes desde el año 2000, cuando la demanda voraz de China impulsó el precio de las materias primas, cortando la dependencia con el crédito extranjero.
Cuando traspasó el poder a Dilma tras dos períodos de gobierno, Brasil registraba un crecimiento de 7.5% y más de 40 millones de brasileños habían escapado de la pobreza. En América Latina, los que superaron la línea de pobreza fueron 75 millones en una década. “Había esa sensación de que América Latina finalmente estaba emergiendo”, dijo William LeoGrande, cientista político de la American University de Washington.
Pero todo se ha desmoronado, no solo para Brasil, sino para toda la región, que enfrenta su segundo año de recesión. “La ilusión era que iba a ser fácil”, dijo LeoGrande. “Pero claramente, la dependencia de las materias primas es mayor de lo que algunos pensaban”. Para la izquierda brasileña, la salida de Rousseff del poder no es otra cosa que la estrategia de la derecha para recuperar el gobierno y, desde ahí, atacar los avances de los últimos 13 años en Brasil.
Pero lo cierto es que las malas noticias se han estado acumulando para la izquierda latinoamericana, aunque todos los expertos coinciden en que no se puede poner en la misma bolsa los proyectos del petismo brasileño (doctrina del PT) con los del chavismo o el kirchnerismo. Mauricio Macri, de centroderecha, ganó los comicios en Argentina en noviembre pasado, poniendo fin a una era kirchnerista (2003-2015).
En Venezuela, la oposición logró la mayoría parlamentaria de tres quintos en los comicios legislativos de diciembre. El país petrolero está al borde del colapso económico, con Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, peleando contra un referéndum revocatorio que busca sacarlo del poder.
En Bolivia, el líder cocalero indígena Evo Morales perdió una consulta en febrero sobre la posibilidad de postularse a un cuarto período de gobierno, mientras en Ecuador, el economista de izquierda Rafael Correa coqueteó con la idea de un tercer mandato, pero desistió ante la caída en las encuestas.
Muchos de estos gobiernos pusieron el acento en la redistribución, pero se quedaron cortos en fomentar la creación de riqueza y la inversión. Y una serie de escándalos de corrupción alimentaron el malestar entre la población. Incluso la moderada chilena Michelle Bachelet ha visto su imagen derrumbarse en los sondeos después de que su hijo fuera atrapado en un escándalo.
La salida del PT de Lula y Rousseff del poder cambia definitivamente los vientos en la región. Rousseff fue acusada de autorizar gastos a espaldas del Congreso y postergar pagos a la banca pública para mejorar las cuentas y seguir financiando programas sociales el año de su reelección y a inicios de 2015. Pero en rigor la culpan por la peor recesión brasileña en 80 años y el multimillonario escándalo de corrupción de la estatal Petrobras.
Lula, que podría volver al ruedo político en 2018, enfrenta ahora acusaciones de corrupción en el caso Petrobras y se arriesga a observar la elección presidencial desde la cárcel. Algunos de sus seguidores consideran que el PT se volvió demasiado rosa, coaligándose con partidos que solo querían acceso a los fondos públicos para su propio beneficio.
El PT “lentamente fue aislando a sus bases, interrumpió la formación de nuevos líderes, aliándose con partidos de centro y derecha para garantizar la ‘gobernabilidad’, y tuvo importantes figuras involucradas en la corrupción para cubrir los altos costos de las campañas electorales”, dijo José Oscar Beozzo, un teólogo de izquierda.
El surgimiento de una derecha latinoamericana más pragmática comprometida con la democracia y una agenda social es algo nuevo, dijo John Coatsworth, rector de la Universidad de Columbia en Nueva York, y experto en historia latinoamericana. “Por más de dos siglos, la derecha latinoamericana era profundamente sospechosa de las instituciones democráticas y conspiraba siempre que le era conveniente para socavarlas o derribarlas”, señaló.

