Algunos años atrás, tuve el manifiesto deseo por reencontrar algunas rutas coloniales españolas extraviadas por siglos en la montaña. La franja canalera es rica en acontecimientos históricos y precolombinos.
Soy explorador por afición. Desde la temprana edad de 11 años, inicié mi propio horizonte de aventuras. Era la Betania de 1958, cuando recién mudados, oteaba desde el portal de mi casa los llamados Siete Cerros. Un gran hato ganadero pastaba rumiando el verde pasto. La propiedad era del general Domingo Díaz.
En aquella época, bastaba con transponer la calle que circundaba la barriada denominada El Camino Real. Luego deslizarse entre las cuerdas de alambre de púas que delimitaban la propiedad agropastoril. Hoy funciona en ese sitio el Súper 99 y años atrás, el Gago de Betania.
Tres eran los trillos que acostumbraba a utilizar para alejarme de la civilización. El camino hacia el Cerro Oscuro, bordeado por cristalinas aguas del Río Abajo, que escondía entre el follaje un balneario natural conocido como Chalí. El otro conducía hacia la carretera negra. Era una vía de asfalto, de uso militar, que se prolongaba casi hasta llegar a la carretera Madem, donde está el cañón colonial, representativo del Camino de Cruces. Esa era mi ruta favorita de largo alcance, hasta llegar a la venta de Cruces a orillas del río Chagres.
El tercer sendero se encaminaba a la ruina española de la llamada Capilla del Cárdenas o de la Palangana. Había que cruzar primero el río Curundú, en dirección al Aljibe de la Universidad Tecnológica, para llegar al sitio histórico. Todos esos caminos transcurrían por la reserva militar de Fort Clayton, en esa época.
El tiempo ha pasado. Ya estoy en mi séptima década. Como explorador y conservacionista, he logrado encontrar parte del empedrado del Camino de Cruces de 1530, ese que llegaba de Chagres a la Panamá de Pedrarias Dávila. El ignorado Camino de Gorgona, empedrado paralelo al de Cruces, que fue muy usado en la época de la fiebre del oro de California. El camino de la mina francesa, concesión de los franceses para explotar minerales preciosos durante la excavación del Canal. La maquinaria empleada aún reposa in situ, donde se excavaba la tierra para extraer oro, en las inmediaciones del cerro Maquenque a orillas del río Sardinilla, Parque Nacional Soberanía.
Nuestro último e inverosímil hallazgo fue encontrar el Camino del Virrey del Perú, de Francisco de Toledo de 1569. Ese empedrado se ordenó construirlo de la venta de Chagres a la venta de Cruces. Ello fue debido a la queja del tercer obispo de tierra firme, fray Tomás de Berlanga, quien aseveró que Nombre de Dios era cuna de ladrones y sepultura de viajeros.
El Camino Real, una ruta muy ardua y difícil de transitar por estrechos desfiladeros y profundos fangales. El propio virrey Toledo, en tránsito hacia Perú, y habiéndose detenido lo suficiente, escuchó el clamor acerca de los caminos, ordenó hacer otro sin ríos que lo atraviesen, y sin fango.
El camino del Virrey discurre por la orilla sur del río Chagres, y nosotros ya encontramos algunos tramos empedrados, concordantes con la narración histórica. El mapa de Jacques Nicolás Belli de 1740, reseña ese camino. Le corresponde ahora a Patrimonio Histórico ir al campo a verificar los hechos, que contribuirán, a no dudar, con el enriquecimiento de la historiografía nacional.
El autor es explorador y conservacionista