Cuando en 1995 tuve la oportunidad de visitar Vancouver, Canadá, actuando como director regional del Inrenare en Coclé, (hoy Miambiente), nunca me imaginé que mi ciudad natal, Penonomé, fuera a recibir tan positivo impacto económico, como el que hoy mantiene gracias al cobre que se vislumbra extraer en el proyecto Cobre Panamá, de la compañía Minera Panamá, subsidiaria de la multinacional Canadiense First Quantum.
Gran parte del pujante desarrollo de Penonomé se debe sin duda al mencionado proyecto: se han construido más de 3,500 viviendas durante los últimos cinco años, se han desarrollado centros comerciales de alta envergadura, hoteles, restaurantes, en fin, un crecimiento sin ninguna relación, en cuanto a la falta de previsión estatal de servicios básicos como lo son la deficiencia en provisión de agua, interrupciones del fluido eléctrico, falencias en la atención a la salud, con un hospital completamente obsoleto, el tráfico vehicular se ha salido de controles, por falta de infraestructuras viales adecuadas, sobre todo un puente vehicular para el paso por la vía Interamericana.
Pero, remontémonos a 1970, cuando el general Omar Torrijos, quien ya vislumbraba el potencial minero en la zona de Coclesito, reunió al pueblo penonomeño en el gimnasio municipal, para exponer la traída de un grupo de inversionistas Japoneses del sector minero, quienes establecieron oficinas en Penonomé, para además de iniciar los estudios pertinentes, también reclutar jóvenes interesados en carreras afines, ya que desde ese momento, como lo es actualmente, la vía más apropiada para desarrollar el proyecto es por Penonomé, por razones plenamente logísticas; a partir de esa cita se creó en aquel entonces el grupo Petaquilla por Coclé. Los japoneses abandonaron el proyecto por la abrupta caída del precio internacional del mineral.
Mi experiencia en Canadá fue positiva, (logré percatarme de un pueblo entero dentro de la zona de influencia de una mina, conviviendo normalmente), a tal punto que regresé convencido de las muy buenas medidas de mitigación ambiental, puestas en práctica por los canadienses, de lo cual estoy seguro (después de más de 20 años, han de ser superiores) aplicarán en Panamá; siempre y cuando las actuales autoridades medioambientales así se lo exijan cumplir. De hecho, el proyecto incluye el mayor plan de reforestación en el país, con más de 10 mil hectáreas programadas, además de mantener planes de conservación de especies de flora y fauna, apoyo a obras sociales, apoyos a productores aledaños al proyecto, becas a estudiantes y otros.
En el aspecto económico se proyecta extraer 320 mil toneladas de cobre al año, durante un periodo de 30 años, la inversión proyectada es de 5,495 millones de dólares, (mayor que la del Canal ampliado), lo que supondrá un aumento directo de 4% en el producto interno bruto (PIB) del país, con beneficios directos a las comunidades aledañas al proyecto en la provincia de Colón: construcción de escuelas, centros de atención de salud, además de los ingresos por impuestos, principalmente al distrito de Donoso, la construcción de una carretera transístmica desde La Pintada hasta las costas de Colón, beneficiando a 12 comunidades, la construcción de una planta de energía eléctrica de 300 MW, el establecimiento de un puerto de alto calado en el atlántico panameño.
Quizás lo más importante, en la fase alta de construcción, se emplearan 7 mil obreros, de los cuales el 85% serán nacionales. Se estima que la etapa de extracción iniciará a inicios del 2019 con un aporte esperado de entre mil 500 y 2 mil millones al erario público, suma que finalmente dependerá del precio internacional del metal. A destacar, por todo lo descrito, es la seriedad y templanza en la forma en que esta compañía está invirtiendo en nuestro país.
El autor es ingeniero agrónomo, exdirector de la ANAM en Coclé
