David Brooks, respetado columnista del New York Times y autor, ha escrito un nuevo libro titulado “The Second Mountain – The quest for a moral life”, que recomiendo para mejor entender nuestros problemas y sus posibles soluciones en la sociedad de hoy.
Según Brooks, en la sociedad sufrimos de un hiperindividualismo, cuyo cinismo conspira contra la esperanza y el optimismo. Todo se resume en el dicho muy popular nuestro del “¿Qué hay pa mí?, el “yo” que domina sobre el “nosotros”. Brooks lo medio justifica en los años que dedicamos a subir la primera montaña de nuestra vida. Pero cuando es hora de dedicarnos a la segunda montaña, el hiperindividualismo se convierte en un serio problema para la sociedad.
Es entonces necesario que busquemos lo que él describe como una “ecología moral” –una filosofía y conducta que siga viva luego de nuestra muerte–.
Tenemos que liberarnos de los dogmas, los prejuicios ¡y del conformismo!
¡Tenemos que apasionarnos con la ecología moral! Reconociendo que la pasión no es contraria a la razón sino que es la fundación de la razón y contiene a veces el juicio que el cerebro analítico no alcanza a lograr.
La vida no es un viaje solitario; es construir juntos un hogar, una comunidad, una nación. El hiperindividualismo ve una sociedad como una colección de individuos que contrastan unos con otros. El relacionista de la ecología moral ve una red que logra un movimiento de “nosotros” con un fin superior de construir comunidad, de construir nación.
La vida del relacionista se vive haciendo compromisos. El relacionismo está a media distancia entre el hiperindividualismo -que separa a la persona de cualquier conexión- y el colectivismo, que procura convertir a la persona en parte de una manada. El relacionista construye barrio, comunidad y nación de personas creativas de todos los colores, con compromisos diversos pero con un solo objetivo: la Nación.
El relacionista no propone una idea sino una conducta de vida.
El hiperindividualista opera con una lógica sencilla: “Yo me hago fuerte, y logro lo que quiero”. El relacionista opera con una lógica inversa “poseo solo cuando entrego, y me entrego al compromiso de construir nación, al “nosotros”. Solo así soy más fuerte”.
Ahora bien, todos tenemos algunos impulsos salvajes de intereses personales, pero se logran amansar estos impulsos cuando se es comunidad. En comunidad no solo celebramos nuestra independencia, sino también nuestra interdependencia, nuestros compromisos con otros para lograr un propósito superior de comunidad, de nación. Estos compromisos son hacer sin esperar nada a cambio. Lo contrario al “¿qué hay pa’ mí?; le da a nuestra vida un sentido de propósito superior y construye nuestro carácter moral.
Apliquemos ahora todo esto a nuestro Panamá. Parece que hemos caído en un hiperindividualismo, perdiendo nuestra conexión; estamos viviendo una crisis de falta de solidaridad.
Tenemos que reconquistar nuestra ecología moral. ¡Debemos comprometernos a nuestro propósito superior, a volver a ser constructores de nación!
El trabajo en conjunto unifica. Todos sabemos lo que hay que ir resolviendo.
Tenemos un presidente producto de la soberanía popular. Es un hombre de carácter desde sus raíces, y a la vez cree en gobernar por consensos. Inició con un buen programa y un estilo de manejo en el que delega, pero supervisa –el mejor método para lograr eficiencia–. Cuenta con un país que al principio se llenó de optimismo.
En el camino han ocurrido “golpes” inesperados: un fallo absurdo con ribetes de compraventa en el caso más simbólico de nuestra historia moderna. Este caso dejó claro que somos un país sin justicia, solo con un simulacro de justicia.
La ecología moral exige seis magistrados nuevos, valientes, honestos y jurídicamente respetados por la mayoría de la población.
La mayoría absoluta del presidente en la Asamblea Nacional, con el cuento de la separación de poderes, se ha vuelto oposición al presidente en lo legislativo y, sobre todo, en el discurso. Siempre con una nueva ecología moral el presidente –con argumentos, no dinero– debe poner orden partidario hacia su gobierno.
Usted, señor presidente, es cualquier cosa menos un presidente débil, pero por falta de presencia, manejo político y liderazgo, va creando una percepción de debilidad.
¡Nuestro país no aguanta cinco años más de gobierno débil e ineficaz!
La ecología moral necesita de su “golpe de timón”. Móntese sobre su caballo, señor presidente y aunque este curvee, usted sabrá dominarlo ¡y los ciudadanos lo respaldaremos!
El autor es fundador del diario ‘La Prensa’