SOCIEDAD

Homofobia y líderes oportunistas

Decenas de estudios académicos han señalado que la homofobia es una forma de externalizar los deseos sexuales reprimidos. Igualmente, el racismo y la discriminación de género tienen un fundamento neuropsicológico, asociado con las muchas limitaciones de tener un cerebro diseñado para ser eficiente y tomar decisiones importantes en cuestión de segundos.

Aunque la evidencia del origen psicológico del prejuicio es clara, debemos recurrir a la sociología para entender qué empuja a ciertas personas a expresar abiertamente sus miedos y dudas, mientras que otras personas no lo hacen.

En el caso de la homofobia, el argumento de la represión sexual no explica por qué yo, como profesional, con doctorado y 20 años de experiencia internacional, haya perdido dos ofertas de trabajo en universidades locales lideradas por católicos, por ser abiertamente gay. El argumento psicológico no explica cómo al presentarme al Tribunal Electoral a nacionalizar a mi hijo nacido en Inglaterra que, por derecho constitucional, puede ser panameño, el funcionario de turno, tras un cuestionamiento digno de la Gestapo, pudo sugerirme en susurros, “estas cosas no pasarán jamás en Panamá”.

Hasta hace un par de años podíamos decir que existía un consenso sobre no permitir que nuestros prejuicios raciales o sexuales se convirtiesen en discriminación. Los que ofrecían comentarios racistas y discriminaban, abiertamente, eran condenados por líderes políticos y religiosos. Repito, hasta hace poco. Pero, recientemente, así como Donald Trump utilizó el racismo para alcanzar el poder, los líderes religiosos evangélicos y católicos han estado abusando de la humanidad compleja de sus feligreses para sostener el poco poder que les queda sobre la sociedad.

Ha sido documentado que las iglesias evangélicas de Estados Unidos han utilizado el aborto y la homosexualidad para despertar el fervor religioso que venía en picada desde los años 80 del siglo XX en ese país. Luego de años de debates y reformas legales, el aborto se entendía en Estados Unidos como la decisión más difícil que una mujer pudiera tomar. Pero era una decisión y un problema personal que requería de regulación y apoyo social.

Para poder incrementar sus diezmos, los evangélicos decidieron apelar a la mente parroquial de ciertos grupos y volver a convertir el tema en un problema social que se resuelve juzgando y condenando. Estos mismos líderes saben que los adultos que provienen de hogares autoritarios son los que demuestran con más claridad este choque entre sentimientos y acciones sexuales. Este tipo de crianza dogmática es exactamente la cuna de millones de feligreses futuros para iglesias que prometen la vida eterna a cambio de ahogar los más naturales deseos humanos.

Detrás de cada movimiento social hay un tejido de líderes, dinero y poder. En muchos casos, los líderes se enfocan en el bienestar general de los grupos que representan. El movimiento en contra del matrimonio igualitario y los grandes pasos que da las Naciones Unidas para reducir la discriminación en contra de los LGBTIQ (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales y queer o raro, en inglés) es producto de líderes oportunistas en busca de su propia salvación económica.


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