Conforme a la Convención Ístmica para la Construcción del Canal de Panamá, el primer acueducto nacional fue construido en 1905, operado por los estadounidenses hasta 1953, año en que la responsabilidad fue asumida por el Estado panameño. Mediante Ley 98 de 1961, se creó el Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan), administrando a partir de entonces las 54 potabilizadoras, grandes o pequeñas, que sirven a la nación.
En sus inicios esta institución fue modelo de eficiencia, pero hoy es incapaz de afrontar la demanda de servicios de un Panamá tocando la puerta del primer mundo. La decadencia del Idaan es culpa de sucesivos gobiernos, a partir de la década de 1980, incluyendo el intento de privatización en 1997, y la dispersión de funciones asumidas, vorazmente, por el Ejecutivo por medio del Consejo Nacional de Desarrollo Sostenible, la Dirección de Asistencia Social (DAS, antes PAN), y los ministerios de Ambiente y Salud.
La pérdida de las funciones primarias del Idaan es causada por decisiones de gobiernos ávidos de más poder, traducido en el manejo de millones de dólares del tesoro nacional. Malgastados en proyectos personales del gobernante de turno, como los programas de “cero letrinas y 100 por ciento agua potable”. Amén de tantos fallidos experimentos del Ejecutivo que nos han conducido a los tranques vehiculares, el rollo del transporte público capitalino, cerros de basura y un largo etcétera.
Como consecuencia de esa rapiña, hoy día el Idaan es incapaz de enfrentar sus obligaciones, y cada año que transcurre llega menos agua a cientos de miles de familias. Además, las heces fecales afloran en más calles y avenidas, afectando la salud del pueblo, y los decrépitos acueductos dejan escapar la mitad del agua potable que se produce. La cobardía de administraciones–clientelistas ha permitido que innumerables casas carezcan de medidores, mientras que otras tantas solo paguen cero más cero, despilfarrando el preciado líquido.
Una minoría de la población de clase media y alta paga la ridícula tasa de $6.40 al mes, en tanto que la morosidad mal contabilizada rebasa los 100 millones de dólares. Las sucesivas directivas y administraciones carecen de amor propio, eficiencia, profesionalismo e independencia. Entre el funcionariado es frecuente el reemplazo de gente capacitada por recomendados, que ignoran cómo es una alcantarilla. La crisis ha llegado a tal extremo que si el gobierno, en acto heroico, sacara sus manos y promoviera la recuperación del Idaan, olvidando políticas improvisadas, personalistas o venales, ya sería demasiado tarde. Es ineludible avizorar que el próximo mandatario –capaz o incapaz– encontrará el Idaan en la sala de cuidados intensivos… del camposanto.
¿Solución? En mi parecer el Idaan solo puede ser salvado, sacándolo de las garras partidistas, con un proyecto de Estado. Transformarlo en una institución similar a la Autoridad del Canal de Panamá, mediante un nuevo título constitucional. ¡Despierta... estás soñando!
