El título de este escrito sale de un libro que adquirí recientemente Democracy and Political Ignorance, de Ilya Somin.
Luego de las votaciones de brexit en Gran Bretaña, y la candidatura de Donald Trump en Estados Unidos de América, pareciera que el tema es más que apropiado para el momento.
Los que tenemos profundas convicciones democráticas somos fieles creyentes de que “una persona = un voto”, y que todos los ciudadanos –sin importar su nivel de educación– tienen el mismo derecho a “elegir y ser elegido”. Pero los casos mencionados nos permiten cuestionar si el electorado moderno se acerca siquiera a cumplir con los requerimientos de la teoría democrática.
Hay que aclarar de salida que cuando hablamos de ignorancia política, no nos referimos a la de aquellas personas que por los azares de la vida no tuvieron la oportunidad de una educación formal. No. Nos referimos a la “ignorancia política racional”. La ignorancia política de aquellos seres que escogen no interesarse mayormente sobre la política y, racionalmente, se convierten en “ignorantes políticos”.
Por supuesto que este y otros defectos hacen de la democracia el mejor sistema imperfecto de gobierno que ha conocido el ser humano. Jamás se puede pensar en resolver este defecto limitando derechos del sufragio. Las soluciones van por otro lado. Algunos ejemplos: retomar e intensificar la educación cívica en el currículum de nuestro sistema escolar, es básico y vital. El uso de la noticia diaria, como factor de aprendizaje para completar lo que se consigue en los fríos textos también ayuda mucho. Lograr que –a través de reformas a la Ley Electoral– evitemos que el dinero sea determinante, y que el debate serio domine sobre la publicidad masiva y superficial. Ir aumentando la genuina descentralización y reducir el presidencialismo que produce que la autoridad esté siempre lejos de la vida del ciudadano. La reafirmación del principio de la separación de las religiones y el Estado para profundizar el debate racional, alejado del dogma ciego. El lograr la reducción del vicio del clientelismo, y la reducción (hasta donde sea posible) del tamaño y burocratización del Estado... y, obviamente, el fortalecimiento y acción de las organizaciones de la sociedad civil (organizaciones privadas dedicadas a la agenda pública, sin aspirar al poder público).
Como el objetivo de los entes de la sociedad civil no es lograr votos, el tamaño e incluso la representatividad del grupo no es más importante que la dedicación –sin presión política– al problema y solución de la agenda pública que los reunió y que fue motivo de su organización.
Ahora, a pesar de que nos dediquemos con estos métodos a lograr ciudadanos con conocimientos políticos, hay que reconocer lo que en alguna ocasión dijo Tony Blair, ex primer ministro inglés: “Los políticos partidarios tenemos que entender que la mayoría de la gente, la mayoría del tiempo, se tiene que preocupar de sus cónyuges, sus hijos, sus padres, el pago de la hipoteca, su jefe, sus amistades, su peso, su salud, el sexo y la música… y, por ende, lo último en su agenda son –la democracia y la política”. Así que es fácil comprender que aun los más educados e inteligentes tomen la decisión racional de ser ignorantes políticos, sin darse cuenta de que esa ignorancia lo que pone en peligro es la democracia y la libertad. Sin democracia y libertad queda en peligro toda la vida a la que el “ignorante político racional” dedica casi todo su tiempo. Además, los ignorantes políticos –por más educados que sean– son los más vulnerables a la mentira, la decepción, la desinformación, las supuestas conspiraciones y la corrupción.
Los ignorantes políticos tienden a ver la política como quien ve el deporte, y se hacen fanes de un grupo o el otro. Así como todos seguimos como fanes de la Marea Roja. aunque sepamos muy poco del fútbol… (somos ignorantes racionales del juego, sus reglas, y las estrategias, virtudes y defectos de cada jugador). Una vez terminado el juego, si perdieron, ¡todos sabemos más del fútbol que el director Bolillo!
La democracia no es un juego. Es el sistema que nos permite ser libres. Como ciudadanos tenemos que educarnos, participar y luchar, día a día, por irla perfeccionando. ¡No seamos ignorantes políticos! ¡Seamos verdaderos ciudadanos a tiempo completo!