[CREACIÓN]

Ley robótica

He leído en Nature un comentario insólito en las páginas de la revista con mayor impacto entre todas las que albergan de manera general los avances científicos. Lo firma Hutan Ashrafian, cirujano en el Imperial College de Londres, y lleva el siguiente título: “Los robots inteligentes deben respetar los derechos humanos”.

Casi decidí pasarlo por alto, en particular al ver que citaba, como no, a Isaac Asimov y sus muy famosas tres leyes de la robótica. Asimov incorporó el derecho a la ciencia ficción estableciendo para los robots de sus novelas la orden severa de tener que cumplir con tres mandamientos: los robots no pueden agredir a los humanos, ni siquiera por omisión de socorro; los robots deben obedecer a los humanos; cada robot debe proteger su propia existencia. Mediante esas tres leyes inexcusables se creaba un mundo de convivencia entre robots altamente inteligentes y humanos dando paso, gracias al genio literario de Asimov, a conflictos e intrigas como las que aparecen en la recopilación de cuentos que lleva por título Estoy en Puertomarte sin Hilda.

Las leyes de Asimov se han llevado de manera literal al cine con la adaptación de Yo, robot, otra de la colección de cuentos del genio de la ciencia ficción, aunque la historia que se cuenta en la película nada tiene que ver con ninguna de las obras de Asimov. Pero el mayor interés del comentario de Ashrafian en Nature aparece cuando reflexiona respecto del alcance de las leyes de control de la robótica. Inspirándose en las inquietudes que nos producen los replicantes de Blade Runner –la novela de Philip K. Dick y la película de Ridley Scott–, tan humanos ellos, Ashrafian plantea que ahora que los robots inteligentes no son ya materia solo de la literatura, sino una realidad que queda a la vuelta de la esquina, ha llegado el momento de plantearse la necesidad de dar un paso adelante en cuanto a las leyes de Asimov. Se trata de seguir por la senda de los derechos de los animales que, por medio de la declaración universal aprobada por la ONU y la Unesco, se han incorporado al pensamiento ético e incluso jurídico.

Ashrafian pone el dedo sobre la llaga. Todos los argumentos utilizados por los filósofos para defender los derechos de los animales serían de aplicación a las máquinas en el momento en que estas alcanzasen un nivel equiparable de inteligencia y sensibilidad. Pero se produce un conflicto a tal respecto: el terreno en el que es más probable que avance el diseño y uso de robots es el militar. No tardarán en aparecer las dudas acerca de hasta dónde cabe llegar forzando a esos seres sensibles e inteligentes, todavía utópicos, a destruirse entre sí. La nueva ley robótica debería recoger los derechos de las máquinas imponiendo también límites a sus acciones contra otras máquinas. Aunque, como recoge Ashrafian, las primeras cautelas a tal respecto ponen de manifiesto de quién es el verdadero deber: de los humanos, que son los agentes responsables del diseño de las máquinas.


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