Luego de mucha reflexión, he decidido redactar esta nota, la cual creo necesaria para aclarar mis palabras publicadas el viernes 5 de octubre en La Prensa.
Mi intención al escribir el artículo ‘Una realidad del Hospital Santo Tomás’ fue ser consecuente con mi formación personal, producto de haber crecido en un hogar asentado en valores humanos, y profesional por el aporte de los doctores que durante mi carrera han dejado grandes enseñanzas y han contribuido a modelar la persona que hoy soy.
Debo mis conocimientos a mis profesores y todos los médicos que durante toda mi trayectoria como estudiante me han apoyado en diversos hospitales. Mi pensamiento crítico y mi actitud exigente es parte de quien soy y de mi deseo de buscar siempre la excelencia.
Siempre he sido apegado a las reglas y a los procedimientos, y al ver una debilidad en un proceso de atención, abracé la oportunidad de promover una mejora en dicho proceso, ya que estoy comprometido con que los llamados a salvaguardar la vida de los pacientes seamos siempre garantes de los protocolos que constituyen la mejor guía de acción.
Con ese escrito no buscaba desprestigiar ni desmeritar al personal de la Maternidad del Hospital Santo Tomás, ni el loable trabajo que cada día se hace en la institución, sino hacer un llamado de atención. Por ello en su momento no dudé en hacer oír mi voz; aunque hoy reconozco que fue un error no haber utilizado una mejor ruta para dejar saber que había una oportunidad de mejorar.
El autor es estudiante de medicina
