TRATADOS DEL CANAL DE PANAMÁ

Memoria de esos tiempos

Cuarenta años son muchos, y por eso es que han sucedido tantas cosas desde la concertación internacional del 7 de septiembre de 1977. Fue un acontecimiento singular, aunque, como resulta en todas las borrascas estremecedoras de la Historia, los caminos de la década de 1970 se habían recorrido antes. Otros actores asumieron los retos, y el preocupante sube y baja de las relaciones canaleras que daba caracterización a la política exterior de Panamá se movió como pudo, según las aspiraciones, decepciones y temores de la población panameña y de su clase dirigente. Desde la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 se fue avanzando, en marcha sinuosa y escarpada, casi siempre solitaria, por un país pequeño que se sentía humillado por la gran potencia emergente que no lo trataba bien.

Los reclamos, en algunos casos cautos y llenos de cierto grado de temor reverencial, fueron tomando forma con diferentes dirigentes políticos nacionales. Por el Convenio Taft de diciembre de 1904, ambos países establecieron una nueva regla: en la Zona del Canal, que era un país dentro de otro, solo se podía autorizar la importación de bienes para las finalidades específicas del Canal.

Harmodio Arias y Franklin D. Roosevelt firman en 1936 el Tratado General de Amistad y Cooperación —conocido como Tratado Arias-Roosevelt— que tiene la virtud de hacer avances en el tema de la soberanía, derogando el derecho que Estados Unidos había fijado en 1903 de intervenir en Panamá para garantizar su independencia. Así mismo, renunció al control de aquellas tierras y aguas que no fueran necesarias para el funcionamiento del Canal. Al mismo tiempo, se pusieron en blanco y negro limitaciones para residir y comprar en la Zona del Canal y se permitió que comerciantes panameños vendieran mercancías a los barcos que tocaran puertos panameños o atravesaran la vía interoceánica.

En 1942, en plena guerra mundial y bajo el gobierno de Ricardo Adolfo De la Guardia, se concretó el Acuerdo de los 12 Puntos. Panamá puso a disposición de los Estados Unidos 15 mil hectáreas de tierras para establecer 130 bases militares y Estados Unidos traspasaba sin costo alguno el sistema de acueducto y alcantarillado construido por ellos. Estados Unidos se obliga a construir un túnel o puente para mantener comunicación entre la ciudad de Panamá y el interior del país. La obligación vino a cumplirse 20 años después, cuando se inauguró el puente, que primero le llamaron Ferry Thatcher Bridge, pero que la muchachada universitaria, que incursionó sin protocolo en el acto de inauguración en 1962, logró que se le llamara puente de las Américas.

José Antonio Remón también hizo su parte. Fue el Tratado de Mutuo Entendimiento y Cooperación, conocido como Remón-Eisenhower. Fijó el principio de igualdad de salarios, oportunidades y jubilación para trabajadores norteamericanos y panameños, las compras a los residentes de la Zona y suspendió la venta de productos de los comisariatos y la limitó a las naves que transitaban por el Canal.

Al mismo tiempo, movimientos sociales, especialmente juveniles, planteaban sus preocupaciones, más bien dirigidas a la cuestión de la soberanía y menos a los asuntos comerciales. La conciencia nacional se fue fortaleciendo y sus resultados finales de 1977 no podrían explicarse sin los aportes de 1947, 1958, 1959 y, ya en la cima, el 9 de enero de 1964.

El 7 de septiembre de 1977 se logra resolver el problema de la soberanía. Desaparece el gobernador, que era nombrado por el presidente de Estados Unidos para dirigir la Zona del Canal. Se desploma el complejo militar – institucional que se había instalado en Panamá en plena ruta de tránsito interoceánico. Flamea entonces una sola bandera. Los puertos pasan a la República de Panamá, se van cerrando las bases militares mediante un programa progresivo que termina el 31 de diciembre de 1999 y se elimina la perpetuidad, con el señalamiento del 31 de diciembre de 1999 para que Panamá empiece su jornada estratégica de administrar el Canal para beneficio suyo y la navegación mundial.

Para explicar los resultados, se toma en cuenta la multilateralidad de la causa, la solidaridad internacional y cierta unidad interna —no unánime, desde luego— que le dio fundamento al esfuerzo. Junto a ello, la insistencia de Omar Torrijos y la flexibilidad de Jimmy Carter fueron factores subjetivos, sin los cuales hoy no se estarían celebrando 40 años de dignidad patriótica y de autoestima nacional. El 7 de septiembre tiene antecedentes, pero también puede mostrar sus méritos propios.

El autor es abogado, exnegociador de los Tratados Torrijos Carter y exministro de Relaciones Exteriores


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