El 27 de noviembre se cumplirán 116 años del natalicio del poeta panameño Demetrio Herrera Sevillano. Según su biografía, residió en el barrio de Santa Ana en una época donde la República de Panamá estaba recién empezando a desarrollarse y formarse como nación independiente. A pesar de que solamente culminó sus estudios primarios, encontró su pasión en la lectura y la escritura. Vivir en un barrio donde la pobreza estaba a flor de piel, le inspiró para escribir, en mi opinión, sus más famosas poesías: Cuartos y Tú siempre dices que sí, poesías que relatan el clamor de un pueblo que pide justicia y ayuda al pobre en salud, educación y otros. Murió en 1950, a los 48 años de edad. Junto con otros escritores, describió intensamente el pensar y el sentir de los habitantes del barrio de Santa Ana de esos años. Sin embargo, si uno lee esas dos poesías pensaría que fueron escritas en 2018. En su poesía Cuartos escribe: “Cuartos... cuartos... cuartos... cuartos de la gente pobre con sus chiquillos descalzos. Cuartos donde no entra el sol, que el sol es aristocrático”. Si pasamos por el Casco Antiguo para ir a los restaurantes y hoteles que ahora hay por allá, todavía podemos ver en varias calles a los niños jugando descalzos y cuartos donde en la parte superior no entra el sol. ¿Será porque todavía el sol es aristocrático?
Pero en este escrito, en honor a su autor, quiero dedicarme a comentar su otra poesía: Tú siempre dices que sí. Demetrio empieza su poesía diciendo: “Paisano mío, panameño; tú siempre respondes: «sí». Pero no para luchar. Que no para protestar cuando te ultrajan a ti”. Increíble. Me suenan tan familiares esas palabras. ¿Será que después de tanto tiempo no hemos aprendido nada? Pero miren cómo sigue la poesía: “Si te dan un peso diario, «Sí, sí, sí.» Si te gobierna un tirano, «Sí, sí, sí»”. Es que si aceptamos que nos den un peso diario o lo que sea que nos den para que digamos que sí, ¿qué gobierno podemos esperar? ¿Es que estamos tan acostumbrados a decir que sí a todo y aceptarlo con resignación sin luchar ni protestar que no sabemos de otra manera?
Pero el poeta nos da una solución a este problema. Él escribe: “Aprende a decirle «no», aprende a decirle «no» a lo que le dices «sí»”. Debemos aprender finalmente a decir que no. No a todo lo que está pasando en nuestro país; no a la corrupción, no al maltrato infantil, no a la escasez y alto precio de los medicamentos, no a la falta de hospitales y centros de salud, no a las escuelas deterioradas y sucias, no a los huecos y rajas en las calles, no a la forma errónea y decadente de hacer justicia, etc. Aunque nos traten diferente, aunque piensen que estamos equivocados, aunque seamos la excepción de la regla, cada vez que otra persona más aprende a decir que no, estaremos ganando la batalla. El juego de palabras que usa a continuación es impresionante. ¡Cómo nos inspira y nos obliga a cambiar de parecer, a transformarnos interiormente! Él escribe: “Pero no, que dices «no» cuando necesitas «sí». Y al decir «sí» cuando «no» y «no» cuando debes «sí», resulta que tu «sí» es «no», lo mismo que tu «no» «sí».” ¿Capisci? Luego Demetrio nos implora, nos suplica, nos ruega (no sé qué otros sinónimos usar) lo siguiente: “¡Por favor! Que no se diga que tú no tienes conciencia. ¡No, no, no! Ni que solo dices «sí» aunque necesites «no». Ni que te gusta el ultraje. ¡No, no, no! Ni vagar en la miseria...”. Estoy que se me paran los pelos de punta. ¿Qué no tenemos conciencia? Duro, muy duro; pero tristemente para algunos muy real. Nos vendemos hasta por un beso; perdón, por un peso.
Nos ultrajan, nos insultan, nos desprecian y nos ofenden (no sé qué otros sinónimos usar) con sus mentiras y sus artimañas, y no queremos o no sabemos darnos cuenta. ¿Acaso nos gusta y por eso lo seguimos aceptando? Espero que no, no, no. Porque yo no quiero ni debo creer que el paisano mío panameño no sabe a estas alturas decir no.