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IDEOLOGíAS

En Panamá no somos ni de izquierda ni de derecha; todo lo contrario

El nuevo ciclo electoral no solo nos trae un sinnúmero de caras recicladas, sino también revive el mito de que en Panamá no somos ni de izquierda ni de derecha. En realidad, desde el final de la dictadura de Manuel Antonio Noriega, limitándonos a nuestra historia inmediata, los panameños hemos mostrado una tendencia a ver el mundo desde los lentes de la ideología de centroderecha. Las campañas políticas que sugieren que nuestro norte político no es guiado por ideologías, sino por el caudillismo o el juega vivo, son altamente reduccionistas, y hasta insultantes, pues suponen que carecemos de la muy humana necesidad de crear un sistema de creencias sobre cómo funcionan nuestra sociedad y economía.

Estas ideologías nos ayudan a entendernos a nosotros mismos de forma eficiente y a compararnos en relación con otras personas. En algunos casos, estas creencias no evolucionan, a pesar de una lluvia persistente de evidencia que apunta a que el mundo es diferente al que ideamos. En otros, esta visión del mundo viene acompañada de una ambición de cómo deberían cambiar las cosas para lograr un mundo mejor.

A nivel de país, no todos los panameños tenemos que compartir una misma ideología para que una creencia predominante tenga un impacto real en nuestras vidas. No todo el mundo comparte las creencias de la Biblia, pero su huella social es ineludible. En efecto, estudios como el más reciente de Sebastián Saiegh, de la Universidad de California, y el de Barry Cannon, de la Universidad de Maynooth en Irlanda, sugieren que en Panamá no solo nos situamos en la derecha del espectro político-económico, sino también que los partidos en el poder se alinean a las creencias de los votantes.

Esto significa, entre otras cosas, que como país creemos que el sistema de mercado nos llevará al desarrollo económico y social. En este esquema, el rol del gobierno se limita a facilitar intercambios comerciales por medio de leyes a favor de empresas privadas, regulaciones ágiles que promuevan la competitividad, y políticas para promover la igualdad de oportunidad de participar en estos intercambios. Cualquier rol directo del gobierno en la producción y distribución de productos y servicios, incluyendo la educación, se considera una intervención que atenta contra el bienestar común que debe ser limitada para evitar la tiranía gubernamental.  

Encuestas de opinión, como el Latinobarómetro, nos ayudan a entender un poco más qué significa ser de centroderecha en Panamá. Por ejemplo, en 2017 casi el 60% de los panameños creíamos que la economía de mercado es el único sistema con el que podemos llegar a ser desarrollados. Esto a pesar de que casi el 80% de los encuestados consideraba que Panamá muestra una injusta distribución de ingresos, un incremento de 20 puntos porcentuales desde 2015.

Esto sugiere que, a pesar de haber una percepción colectiva de injusticia, los panameños conservamos la esperanza de que el libre mercado y la ley natural que lo guía se encargarán de resolver el problema.

Este tipo de creencia se manifiesta en partidos tradicionales y los candidatos que aspiran a la libre postulación por medio de sus llamados a la austeridad como manera de disminuir el tamaño del gobierno. Estas consignas no solo son efectivas porque abordan el problema de la corrupción, sino también apelan a la creencia de que las empresas privadas son más eficientes y menos corruptas.

A nivel social, nuestros políticos y los medios de comunicación califican peyorativamente de subsidio todo uso de fondos públicos que busca resolver complejos problemas sociales, como la pobreza y el desarrollo humano de ciertas minorías. Pero, al mismo tiempo, califican de inversión toda reducción de impuestos a empresas y el uso de fondos públicos en infraestructura física, como carreteras y estacionamientos. 

A nivel cultural, esta creencia de centroderecha es reflejada en el consumo de millones de películas de Hollywood, libros de autoayuda y obras de teatro ligeras que nos dicen que el trabajo honesto siempre será recompensado con riquezas, sin importar tu contexto social.

Al escuchar las propuestas de los candidatos, es vital bajarle el volumen al cinismo que tanta inercia causa, y tratar de entender lo que estos candidatos consideran es real, lo que es posible y qué rol podemos jugar para cerrar esa brecha.


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