El Dr. Justo Arosemena fue descendiente de un linaje destacado, como fueron su abuelo, el coronel Pablo Joseph Arosemena, gobernador de Veraguas, y su padre, Mariano Arosemena, prócer de la independencia de España en 1821.
Recibió una mente brillante, vivió con una moral política impecable y luchó toda su vida por los mejores intereses de la nación que lo vio nacer.
El 9 de agosto de 2017 se conmemora el bicentenarios de su nacimiento con la esperanza de que el legado que nos dejó sirva de ejemplo a todos nuestros gobernantes, para que entiendan que son elegidos por el pueblo para servir a su nación y no para servirse de ella.
Panamá ha reconocido a este patriota dedicándole estatuas, cuadros, colegios y avenidas. Los más notables autores le han escrito libros y la Biblioteca Nacional está llena de los escritos que se han dedicado a su memoria.
El actual Palacio Legislativo Justo Arosemena se inauguró en 1956 y le correspondió a mi padre, Justo Fabio Arosemena, cortar la cinta con el presidente Ricardo Arias E.
La Comisión Bicentenario reconoce que aún tenemos mucho por aprender de su vida. Esta comisión tiene proyectado rescatar todos los libros que el Dr. Justo Arosemena escribió en su vida. Esta misma intención, la tuvo el Dr. Belisario Porras hace casi un siglo, cuando firmó la Ley 12 de 1918, mediante la cual se autorizaba la publicación, a costo del Tesoro Nacional, de todas las obras del Dr. Justo Arosemena.
La vida del Dr. Justo Arosemena fue muy intensa. Para algunos hubiera sido suficiente tener una carrera de abogado o bien obtener su doctorado en jurisprudencia, pero el Dr. Justo Arosemena fue además, estadista, escritor, senador, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, embajador en Estados Unidos, Ecuador, Venezuela, Chile, la Gran Bretaña y Francia. Además, fue presidente del Senado y presidente del Estado Federal de Panamá.
Cuando llegó a acumular una pequeña fortuna, producto de sus servicios legales y venta de sus libros, se vio comprometido a pagar la suma de $5 mil a una firma de subastas en New York. Ya que sin su autorización, su esposa Luisa había subastado un cuadro de La Virgen de los Ángeles, tamaño 4 x 10. Su esposa no estaba bien desde que perdió a su hijo, José Arosemena Livingston en 1886 en un trágico accidente ferroviario en New Rochele, New York, junto con su esposa y dos hijos.
Cuando el Dr. Justo Arosemana regresó a Panamá, le regaló el cuadro a la Arquidiócesis de Panamá. Desde entonces el cuadro se encuentra colgado dentro del ala derecha de la Catedral de Panamá.
El Dr. Justo Arosemena estaba viviendo en una casa en Colón que le proporcionó el Ferrocarril de Panamá, allí vivió hasta su muerte, el 23 de febrero de 1896. Dejó solo lo suficiente para pagar sus gastos. Sus libros y biblioteca fueron repartidos en vida entre sus descendientes.
Le tocó a mi abuelo Fabio Arosemena Pérez, el ir a buscarlo para enterrarlo en Panamá. El Gobierno de Colombia declaró tres días de duelo y le tocó a los Drs. Carlos Mendoza y Belisario Porras pronunciar los discursos sobre su tumba.
En 1906, el Gobierno panameño quiso recordar al Dr. Justo con la promulgación de la Ley 41 que decía: “Que el doctor Arosemena murió pobre, con pobreza que es la mejor aureola de su carrera pública”. Y le asigna a la señora viuda del doctor Arosemena, residente en New York, una pensión mensual vitalicia de 200 pesos.
La patria continuó recordando a don Justo Arosemena, aquel 9 de agosto de 1932, en las palabras que el Dr. Octavio Méndez Pereira grabó sobre su nueva tumba: “Patriota Inmaculado, Ciudadano Integérrimo, Pensador Profundo y Estadista de Grandes Visiones”.
El autor es abogado
