PARALELISMO

De Pokémon y la educación…: Alejandro Chevalier Molina

Todos los millennials conocemos el fenómeno mundial Pokémon y quienes no lo conocían seguramente han escuchado de este ahora que la aplicación para smartphones, Pokémon Go, ha hecho que Nintendo adquiera un valor de mercado de 42 mil 400 millones de dólares.

Me pregunté muchas veces esta semana, en medio del tráfico citadino, si la razón de que hubiese tanta congestión vehicular era por el paro indefinido de los docentes o porque había aparecido un Pokémon que debía ser atrapado por los usuarios del juego. Este pensamiento me lleva a concluir que mucho parecido tiene este juego con la realidad educativa panameña.

Pokémon traslada al jugador a un mundo donde existen diversas criaturas poderosas, con capacidad de evolucionar –pokémones– que, al ser atrapadas, convierten a quien las posea en un maestro pokémon. Al principio, el jugador debe elegir, de entre tres criaturas básicas, la que más le guste. Luego, junto a esta, comenzará un viaje que lo llevará a enfrentarse a otros maestros hasta convertirse en el campeón del juego.

Al observar los resultados que tuvo Panamá en las últimas pruebas educativas aplicadas por organismos internacionales, es evidente señalar que son múltiples las razones que hacen que nuestro país ocupe tan bajo ranking en las escalas mundiales. Sin embargo, los expertos en temas de educación, con quienes coincido, señalan que la pobre capacitación de docentes y el desprestigio que muchos consideran conlleva esta profesión, debe ser el primer punto a tocar en la agenda educativa. Partiendo de esta base, así como un maestro pokémon comienza su travesía para ser campeón, eligiendo a uno de los personajes del juego, la sociedad panameña debe tomar la problemática docente como punto de partida para comenzar a atacar el problema educativo de forma integral.

Debemos reconocer que muchas veces quienes enseñan, aunque tengan vocación, no son capaces de discernir correctamente el material en pedagogía. Hay diversos centros de formación de docentes alrededor del país, entre ellos se encuentra la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, ubicada en Santiago de Veraguas y famosa por haber formar, al menos, a un docente de los que laboran en cada plantel de primer nivel de enseñanza en el país. La Escuela Normal recibe, desde 1938, jóvenes de distintos sectores, deseosos de trabajar su vocación de enseñar.

Además, desde hace unas décadas acoge, en su mayoría, a estudiantes provenientes del campo y de las comarcas indígenas. En estas últimas zonas cerca del 20% de los niños sufre desnutrición crónica, según la FAO. Los expertos teorizan la posibilidad de que quienes actualmente se preparan para ser profesores no han podido desarrollar sus capacidades cognitivas al máximo, evidencia que tiene como resultado un sistema ineficiente, que no asegura educadores de calidad. Peor aún, son estos profesores quienes, probablemente, regresen a su pueblo natal, lo que da lugar a que se repita el fenómeno. Esto no siempre fue así; a inicios de la República y, probablemente, hasta los años 50 del siglo pasado, antes de que se dejaran de hacer transformaciones al plan de estudio de la Escuela Normal, el prestigio de los docentes era tal que impulsaba a los extranjeros a venir a educar en instituciones escolares, tanto públicas como privadas. Al hablar de un juego japonés, es oportuno mencionar que en Japón hay barrios que han adquirido un mayor costo, pues docentes universitarios de gran renombre residen en estos. En Finlandia, Corea del Sur y Singapur, el 20% de los estudiantes graduandos de secundaria se están formando para educar. Muy contrario a las tendencias europeas y asiáticas, el sistema educativo latinoamericano a través de prácticas, como mayor remuneración por antigüedad y no por mérito, nos han llevado a crear un sistema en el que el docente no se siente responsable de los resultados de sus alumnos. Panamá ha mantenido un mismo statu quo en las últimas décadas debido a políticas de gobierno, y no de Estado, que merman el desarrollo apropiado de los docentes. Esto sin mencionar el lamentable hecho de que, inclusive, la educación privada cumple a duras penas los requisitos aceptables para nuestra región.

Es tarea de todos preguntarnos qué sucedió para que la profesión docente se desprestigiara y, más importante aún, ¿qué vamos a hacer? Es importante mencionar que no comparo a los docentes con pokémones, lo que afirmo es que la formación docente es tan esencial para una educación de calidad, como lo es un pokémon bien entrenado para ser campeón. Si Nintendo ha logrado revivir, con creces, 20 años después un fenómeno de la década de 1990, nosotros, sector privado y público, podemos colaborar, a través del diálogo que mucha falta hace en estos días, para volver a enaltecer la profesión docente.


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