A menudo me he preguntado lo que sucedería si cuando uno necesita hacerse con un automóvil fuese posible, además de ir a la concesionaria a comprarlo, acercarse hasta un local en el que te dejan llevarte el que quieras y, además, gratis. Bueno; no me he preguntado semejante obviedad, sino cómo es posible que hayamos llegado a que la mayor parte de los diarios se puedan leer en internet sin pagar nada. ¿Cómo sobrevive la prensa escrita? La verdad es que una respuesta inmediata la tengo bien cerca. Por más que los diarios que leo de manera regular estén accesibles en la red de redes, sigo yendo al quiosco o estoy suscrito a ellos. Me resulta incómodo, raro o todo a la vez leer en la pantalla, y no digamos ya nada respecto de los libros.
De hecho, cada vez que necesito corregir algo que he escrito tengo que imprimir lo tecleado en la computadora; si examino en el ordenador el manuscrito (bueno; su equivalente electrónico) no me entero ni de las aliteraciones ni de las faltas de ortografía ni de los errores sintácticos. Pero supongo que para las personas normales, en particular quienes nacieron después de que las plumas estilográficas y las máquinas de escribir hayan quedado en desuso, eso no es un problema. Quienes sí lo tienen, e inmenso, son las empresas que venden diarios. ¿A santo de qué comprarlos si te los regalan en internet?
La necesidad de rehacer el negocio de la prensa escrita ha llevado a que los periódicos españoles incluyan toda clase de abalorios para animar al lector a comprar uno de papel. Desde baterías de cocina y pequeños electrodomésticos a libros, enciclopedias, películas, objetos de coleccionistas e incluso víveres, todo vale con tal de fidelizar al comprador. Aunque, claro es, ese tipo de comercio es otro; se diría que por tal camino el diario se convierte en prescindible. De lo que se trata es de encontrar un medio que permita volver al mercado de antes, en el que uno pagaba por el periódico y no por sus accesorios, ajenos del todo a lo que es el mundo de la prensa.
Google, que supone la principal herramienta a la hora de buscar lecturas, ha llegado a un acuerdo con los editores más grandes de Europa para intentar resolver el problema de raíz. La multinacional reina de internet aportará un fondo de nada menos que 164.7 millones de dólares en tres años para, cito textualmente, “proyectos que muestren nuevas formas de pensar en la práctica del periodismo digital”. Dicho de otra forma, Google acepta de forma pública que es el núcleo del problema y quiere ser parte de la solución, pero ni el principal buscador de la red ni los magnates de la prensa europea saben dónde puede quedar esta, y andan a la caza y captura de quien sea capaz de entender en qué consiste el periodismo digital. No en cuanto a colgar contenidos, que eso lo sabe hacer hasta un niño de pecho, sino a venderlos. Ni que decir tiene que ponerle el cascabel al gato va a ser muy difícil, incluso con centenares de millones de por medio.
