En la Semana de la Psicología hubo muchas actividades, entre estas me encomendaron la conferencia “Psicología y espiritualidad” en la Universidad Latina. Nueva corriente en la triada convencional del ser humano como unidad bio, psico, social, a la que se le ha añadido espiritual.
Comprobé que esta dimensión del espíritu está en el contacto con Dios, en varias de sus manifestaciones: Jehová, Buda, Mahoma, Jesús, Madre Teresa y del movimiento “Mindfulness” (atención plena), como estrategias del yo para redimensionar la realidad corporal, fijar nuestra atención en la naturaleza que nos rodea; envolverse en el universo y en nuestro propio interior de recuerdos atesorados y razones felices de existir, en las personas que amamos o hemos amado.
Desde la inconmensurable belleza de un amanecer o atardecer, hasta el repaso de fotos, de momentos irrepetibles, de alegría y bienestar, con caricias emocionales que tocaron nuestras vidas, todo alimenta el espíritu y repercute en nuestra salud.
Una revista médica de Harvard estudió durante 16 años a más de 70 mil personas, descubriendo que tuvieron 27% menos riesgo de padecer algún tipo de cáncer u otra enfermedad; reducir ataques de ansiedad y depresión. Cuando acudían a oficios religiosos más de una vez por semana, aumentaban el sistema inmunológico y alargaban la vida. 24 mil 524 sujetos investigados reportaron sentirse “aliviados de dolores”, “de muchas cargas”, “con más energías”, “más fuerza”, “sin la misa no puedo hacer nada el resto del día”.
La espiritualidad es un principio animador que impacta benéficamente la vida de un individuo en su psique, en su fisiología, en su área laboral, personal y estudiantil. La espiritualidad es definida, como “la relación existente entre un individuo y un ser supremo (Dios); o lo que sea que se perciba como la trascendencia última” (Hodge, 2005).
Desde expresar gratitud a la vida, a la suerte, al destino por lo que tenemos, los que nos quieren y amamos; está comprobado que ilumina diferentes áreas del cerebro; según reportan hallazgos de las neurociencias. Practiquemos la oración, dando gracias, perdonando y prodigando amor.
El autor es psicólogo, docente y escritor
