“En otras palabras, el cristianismo había recibido una gigantesca transfusión de paganismo en el siglo IV y lo que había ido sucediendo en los siglos siguientes no había sido mejor. Por el contrario, había aumentado extraordinariamente la distancia entre el cristianismo del Nuevo Testamento y la enseñanza de la Iglesia occidental”. (Ver La Prensa, martes 31 de octubre, página 35A, “La reforma protestante 500 años”. CVA. Vida Abundante. R.L.).
El nombre de Jesucristo no es sinónimo de iglesia. Una iglesia es una agrupación de personas con determinadas creencias, ritos, dogmas, reglamentos religiosos, etc. Jesucristo es un personaje histórico con una historia de vida y acciones documentada en los evangelios bíblicos. Su importancia y relevancia histórica está fundamentada precisamente en su vibrante e incondicional condena contra el abuso del poder, la injusticia y la arrogancia e hipocresía religiosa, por lo cual se hizo intolerable para el concilio de sacerdotes judíos y su religión (judaísmo), a la cual pertenecía. Su antagonismo llegó a tal punto que lo condenaron a muerte.
Jesucristo jamás se afiliaría a ninguna iglesia llamada cristiana de nuestros días, por los mismos motivos que rechazó la hipocresía religiosa de los judíos de su tiempo.
¡El que oye que entienda! les predicaba. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado. Para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los sane. Hechos 28:27.
Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Mateo 22: 35-40.
Esto dijo Jesús a los líderes del judaísmo: Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. Mateo 23: 13-16.
Como vemos, Jesús el Cristo de los evangelios bíblicos no es sinónimo de iglesia ni religiosidad, y en la práctica poco o casi nada tiene en común con las religiones llamadas cristianas, que se han apropiado de su legado y su mensaje.
En nuestro entender, ser miembro de una religión cristiana no es lo mismo que ser un auténtico seguidor de Jesucristo.
El autor es ingeniero.
