¡Por supuesto que los socialistas están convencidos de que su ideología es más caritativa! Pero…¿será cierto? No hay pasión humana más fundamental y vibrante que el amor al prójimo, y, de salida, comencemos por destacar que “el prójimo” o “próximo”, que deriva del latín proximus o más cercano, ya nos está dando una lección social muy profunda: y es que la solidaridad es asunto personal que se realiza con aquellas personas lo suficientemente cercanas, al punto que nos permita conocer su realidad y sus verdaderas necesidades. Y, esta época de natividad y nuevo año es buen momento para reflexionar en todo esto.
Tristemente, a través del tiempo, quienes guardan resentimientos han ido trastocando idearios esenciales, hasta llegar a la condena de los sistemas de libre mercado, alegando que promueven la codicia. El socialismo, primo del totalitarismo, aboga por un sistema centralizado capaz de dispensar una compasión por los desvalidos capaz de resolver los “defectos” del liberalismo. Podríamos admirar su pasión y suponerla sincera; pero nunca debemos avalar pasiones que niegan no solo los fracasos del comunismo, sino los de sistemas socialistas como aquellos de países nórdicos, que hoy buscan cómo regresar a tiempos más liberales y prósperos.
Entonces comencemos con la realidad, que para ser caritativo tienes que tener los medios para serlo. Un sistema de auténtica libertad de mercado (bicho mitológico) está lejos de ser un antro de avaricia, ya que ello es una generalización falaz y odiosa. El único sistema capaz de potenciar al individuo y a la sociedad a resolver su situación económica sin caer en una enfermiza dependencia de corruptos politiqueros es el vilipendiado liberalismo. La misma Constitución panameña lo declara así. Tristemente, pocos la leen y aun son menos quienes la entienden, refiriéndome a las partes que son entendibles.
¿Y, cómo es que se manifiesta la caridad y la solidaridad en el sistema socialista? ¿Será cuando vemos a los diputados repartiendo jamones? Curioso que hoy mi empleada me dice que su hermana, a pesar de tener derecho a los $120, no los ha solicitado. Y no, no es ni por pereza ni desidia, sino por convicción. Quien lea bien la historia gringa verá que esta misma actitud permeaba a la inmensa mayoría de su población y, por ello, no había, como hay hoy día, más de cien millones recibiendo subsidio de alimentación y otros. Por algo su economía va en picada. Ello no es solidaridad sino sendero al servilismo. Triste que en países socialistas la única forma de mejorar la condición personal, familiar y del prójimo es mediante el escalamiento politiquero. En otras palabras, es como estar en una fosa séptica viendo a ver quién se trepa sobre quien para salir. Es absolutamente falso que el socialismo promueve la generosidad, pues cuando llega el necesitado es común escuchar algo como: “Ya yo le di al Gobierno para que se encargue de eso”. Es destructivo del amor al prójimo que, como dije, es asunto personal y no politiquero.
De manera que esta es buena época del año para meditar sobre estas cosas que casi nunca llegan a los medios, porque se ha creado tal distorsión de la realidad que el decir la verdad raya en lo políticamente audaz. Y es que la libertad siempre ha tenido y sigue teniendo costos. A diferencia, el socialismo es parásito de sus líderes, y cuando estos son corruptos, cosa nada rara, ya que el poder atrae a los torcidos, los aparatos centrales dejan de funcionar. Pero lo peor es cuando la misma sociedad deja de funcionar, porque delegaron aquello que es indelegable.

