El pasado viernes 15 de marzo de 2019, estudiantes de secundaria alrededor del mundo se ausentaron —pavearon si se desea— de sus clases en protesta por la inacción de nosotros, “adultos”, ante el cambio climático provocado por la actividad humana.
Inspirados por la joven sueca Greta Thunberg, quien desde el año pasado y a sus 15 años inició su solitario Skolstrejk för Klimatet, Huelga Escolar por el Clima —porque, como bien argumenta, qué sentido tiene asistir a la escuela si se enfrentará a un mundo de colapso natural y extinción masiva causados por la avaricia del hombre y la pasividad de sus gobernantes—, chicas y chicos exigen que sus gobiernos y las instituciones internacionales pertinentes tomen acciones drásticas para adherirnos a y mejorar los acuerdos de París; prevenir, mitigar y adaptarnos al cambio climático; abandonar los combustibles de origen fósil y movernos agresivamente a energías de mucho menor impacto sobre la naturaleza, como la solar y la eólica, proteger la diversidad biológica; y controlar el capitalismo de rapiña practicado a la libre por nuestras más grandes y poderosas corporaciones.
Como pretensioso pero preocupadísimo panameño de a pie, padre de una adolescente y de un niño, que no duerme ante el prospecto del mundo que les espera a causa del cambio climático provocado por el hombre —uso el masculino muy adrede en este caso—, lanzo un primer reto para esta temporada electoral: que los medios de comunicación, con apoyo de organizaciones científicas y ambientalistas, organicen uno o más debates con la y los candidatos presidenciales y sus acompañantes de nómina, entre otros, para que nos expliquen cuáles son sus propuestas ambientales agresivas a niveles nacional, regional e internacional, de cara al cambio climático y la reducción de biodiversidad producto de las actividades humanas.
El adjetivo agresivas es fundamental en la oración anterior: ya ha pasado el primero de 12 años que Naciones Unidas calculan que tenemos antes de que el cambio climático se vuelva irreversible; sin embargo, nuestros gobernantes siguen actuando como si “aquí no ha pasado nada”. Ya no queda tiempo para tímidas propuestas que se sitúen al final de programas políticos y económicos. El ambiente lo incluye todo, por algo se llama “el ambiente”, el medio, el escenario o teatro si se desea donde toman lugar la vida natural y nuestra historia humana. Nuestra inequidad económica y nuestras prácticas “productivas” lo alteran, pero su colapso acabará con ricos y pobres por igual. Parafraseando a la joven Thunberg, si este medio, si este ambiente colapsa, ¿de qué nos sirven las propuestas económicas y desarrollistas, educativas y de salud que vociferan nuestros candidatos, sobre temas que a su vez afectan y son afectados por el medio ambiente?
Nótese que este primer reto electoral va dirigido no a candidatas y candidatos en sí, sino a nuestros medios de comunicación, que debieran ser el sistema nervioso que nos informa de nuestras múltiples heridas, la ambiental la más grave de ellas. Lamentablemente, estos medios de comunicación se comportan como un sistema nervioso saturado de drogas, que previenen que sepamos lo que nos está pasando. Es crucial que estos medios le den cada vez más relevancia a lo ambiental y que efectivamente organicen y difundan el debate aquí propuesto. Y que nuestros candidatos participen y nos den luces sobre lo que proponen para que este pequeño país restaure su naturaleza e impulse cambios a nivel global. La vida humana y buena parte de la vida natural presente dependen de esto.
El autor es cineasta
