Tolerancia versus debilidad



Recientemente, reunido con amigos, analizábamos la corrupción actual que vive nuestro país. Problema generado por la amoralidad de quienes nos gobiernan. Casualmente, esa misma noche, leí la siguiente cita de Ayn Rand (Alisa Rosenbaund) que comparto textualmente: “Cuando te das cuenta de que, para producir, necesitas obtener autorización de quien no produce nada. Cuando compruebas que el dinero es para quien negocia, no con bienes sino con favores. Cuando te das cuenta de que muchos son ricos por soborno e influencia, más que por el trabajo, y que las leyes no nos protegen de ellos, mas por el contrario, son ellos los que están protegidos. Cuando te das cuenta de que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en autosacrificio. Entonces podría afirmar, sin temor a equivocarme, que tu sociedad está condenada”.

¿Les parece conocida esta situación? Verdad que sí… caso Odebrecht, escándalos en la CSS (y con un servicio de salud deprimente), contrataciones gubernamentales fraudulentas, etc., no son asignables a un solo gobierno. Sucede con todos y, en mi concepto, la tendencia ha venido incrementándose peligrosamente. El común denominador es la clase política. Pero, ¿y qué podemos hacer?

Bueno, comencemos por reconocer que somos un pueblo tolerante. Esta cualidad, muy arraigada en nuestra cultura es muy positiva, ya que nos ayuda a convivir en paz y armonía. El peligro está cuando se confunde esta tolerancia con debilidad. Cuando quienes nos gobiernan piensan que nuestro pueblo por tolerante es débil y, por ende, permisivo de todas estas acciones inescrupulosas.

La fortaleza, la prudencia, la templanza y la justicia conforman las virtudes morales. Estas son un norte moralmente conveniente a aquellos que buscan la sabiduría. El equilibrio entre ellas nos brindará la dirección a seguir, como individuos y como sociedad. Pero cuando vemos que parte de nuestra sociedad, en este caso la clase política, se ha desviado totalmente de la moralidad, es deber nuestro, apoyados en una fortaleza de espíritu, guiando nuestras acciones con prudencia y templanza, equilibrar la justicia. Es nuestro deber tomar acciones más en firme. Sin perder esta bella tolerancia innata al panameño, no podemos seguir permitiendo en la clase política esa falsa percepción de debilidad de nuestro pueblo. Sin llegar a crear caos físico en las calles, debemos levantar nuestra más enérgica protesta. Debemos, todos, presentarnos más elocuentemente en nuestra posición. No a la corrupción. No a aquellos que se olvidan que los elegimos para que trabajen por Panamá y no para que Panamá trabaje para ellos. Dejemos de quejarnos en las carnes asadas o en reuniones privadas. Exijamos a los gobernantes acciones limpias, pacíficamente en las calles, a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Y, por favor, ya dejemos de decir: “Lo bueno es que estos roban menos”. Comencemos por definir que es inaceptable la corrupción.

“La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública”, Ludwig Von Mises.

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