La necesidad de poetizar el mito es una constante en la literatura panameña. Muchas razones han llevado a los autores a crear personajes que devienen en mito. Uno de ellos, que lo hizo con maestría, ha sido Guillermo Sánchez Borbón (Bocas del Toro, 1 de junio de 1924-Panamá, 24 de febrero de 2019). Con Tristán Solarte, como se le conocía artísticamente, la representación simbólica del mito eleva el género de la novela a una categoría antropológica.
En su novela El ahogado, Tristán Solarte hace una revaloración del mito de la Tulivieja, fábula que en otras partes del istmo centroamericano tiene otros nombres, como la tepesa o la llorona. Josefina, la madre de Rafael, tiene un encuentro amoroso con un “hombre silencioso” en un río, el hombre desaparece dejando, en principio, una atmósfera esotérica; todo parece indicar que Josefina hizo el amor con el diablo.
La mujer queda encinta y nace Rafael, la madre enloquece y es internada en el Matías Hernández. El hijo es acosado por la idea de que su madre es la Tulivieja y que lo persigue. La obra de Solarte está llena de elementos de intertextualidad mítica. Sus personajes son sujetos del hecho mítico.
Esta semana la comunidad literaria se conmovió con la fúnebre noticia de la muerte de Guillermo Sánchez Borbón. La obra de Tristán Solarte no solo rescata el sentido de la memoria y los códigos éticos de una sociedad en decadencia, sino que es un discurso que revela la moral de la obra literaria que radica en descubrir el conocimiento de lo humano.
Estudios valiosos que hay sobre El Ahogado podemos citar: ‘Lo mítico y lo simbólico imbricado en la realidad: la ilusión ficcional de El ahogado’, de Berna Burrell; “El ahogado de Tristán Solarte o el mito del mal como paradoja moral de la conciencia moderna”, de Rafael Ruiloba, y “¿Quién mató a Rafael?”, de Rafael Alexis Álvarez. La muerte de Tristán Solarte, como la muerte de Rafael, nos llena de tristeza y nos recuerda que el mal existe y la imaginación es una buena arma para enfrentarlo.
El autor es escritor
