Diversos son los eventos, personajes y experiencias sobre los cuales se sostienen los anales de la historia panameña. Aguerridos y tenaces personajes han forjado poco a poco parte de la identidad nacional, donde el valor por lo propio fue más fuerte que las ideologías medievales. La historia de Panamá se caracteriza por tener figuras cuyos nombres eran el muro que frenaban los planes de conquista de los ibéricos en el recién tomado territorio a inicios del siglo XVI. Entre estos personajes sobresale molenan, nombre de origen buglé, cuyo significado era puma, y mientras que para una región geográfica molenan era el rey, para otros era el indomable Urracá.
La figura de Urracá que hoy se conoce ha sido fruto de la combinación de tradiciones recibidas y de nuevos contextos que han generado una literatura empírica más allá de la intencionalidad de las recreaciones de la imaginación. Según la historiografía, Urracá, el autóctono de la raza americana, es descrito como un cacique guerrillero, noble y generoso con su pueblo, pero hábil y valiente en la guerra contra los españoles. Con un dominio geográfico comprendido entre el río San Pablo en el golfo de Montijo hasta La Yeguada y desde el río Cricamola en la comarca Ngäbe-Buglé hasta el río Belén entre las provincias de Veraguas y Colón. Urracá, el señor de las altas y escarpadas tierras desde donde se visualizan los dos mares, por nueve años combatió a los expedicionarios enviados por el emperador Carlos V a la América Central y a su territorio veragüense.
Urracá, sinónimo de poderío y libertad, era más que un rey y líder regional. Urracá ejercía un fuerte liderazgo ante caciques vecinos como París, Terarequi, Escoria, y alianzas con Ponca, Dures, Guisia, Guaniaga, Tabor, Guaniagos, entre otros. Desde los inicios de su resistencia entre 1515 y 1520, hasta en sus momentos más críticos -su captura, traslado a Nombre de Dios y posterior fuga de su cautiverio-, Urracá no se rindió y luchó hasta la llegada de su muerte en 1531. En sí, el “Puma” nunca se doblegó ante los “conquistadores”. Molenan recibía con lluvias de flechas al ibérico que pisara sus tierras, y mostró su resistencia al gobernador de Panamá y explorador de América Central Pedro Arias de Ávila (Pedrarias), reconocido por las crónicas nicaragüenses como un ser valiente, audaz, inteligente, endurecido en los trabajos, pero tiránico, celoso, de una ambición insaciable y crueldad escandalosa.
La densa selva de la región central, las lomas de Urracá, hoy Santa Fe de Veraguas, en aquella época una zona abrupta, se convirtió en la tierra de libertad para los que huían y escapaban de los nuevos señores, del nuevo saber, de las nuevas leyes, y de las nuevas costumbres. La “Provincia de Urracá”, como describe la reina en 1536, probablemente Catalina de Aragón, ilustra los fulgores de un originario de las tierras istmeñas, cuyo nombre no solo recorrió espesas vegetaciones, sino que cruzó el amplio y profundo océano Atlántico. Aun en el siglo XVII, el espíritu de libertad de Urracá permanecía en los indígenas guerreros de lo que hoy es Coclé del Norte, los cuales además de resistir las órdenes de pacificación y allanamientos de la corona española, se enfrentaban al voraz apetito de los corsarios, quienes recorrían las costas centrales del Caribe panameño en busca de oro.
Luego de siglos de lunas y lluvias, el valor del rebelde, del patriota y del valiente Urracá se ha reducido a 0.01 centésimos, no más que la otra cara del centavo. Un personaje que luchó por la soberanía de su territorio y su gente, un personaje a la altura de líderes latinoamericanos como Cuauhtémoc de México, Nicaroguán de Nicaragua, Agüeybaná de Puerto Rico, Tupac Amarú del Perú o Lautaro y Caupolicán de Chile. Urracá, al igual que otros caciques regionales como Cémaco, líder de los desaparecidos indígenas cuevas, fueron los primeros en derramar su sangre para defender la integridad y soberanía de las tierras ancestrales que germinarían como Panamá.
El autor es geógrafo, hidrólogo e hidrogeólogo
