Los londinenses que volvían a sus casas del trabajo el martes pasado encontraron un motivo para reflexionar en las páginas del Evening Standard, el vespertino gratuito que entretiene las tardes en el metro londinense. Es más barato, rezaba el titular, vivir en Madrid y viajar cada día a Londres a trabajar, que vivir, por ejemplo, en el barrio de Camden y trabajar en Liverpool Street.
El communting, ese término sin traducción al español que se refiere al desplazamiento diario entre la casa y el trabajo, adquiere en el Londres actual una nueva dimensión. La idea no es ya mudarse a la zona 2 o a la 3 de la red del suburbano. Ni siquiera irse a vivir a Brighton, Portsmouth u otras ciudades del sur de Inglaterra que ya están tomadas por jóvenes commuters urbanitas exiliados de la capital. La idea es trasladarse a otro país.
Los cálculos los ha realizado el equipo de la candidata laborista a la alcaldía de Londres, Tessa Jowell. De hecho, asegura, viviendo en Madrid y viajando cuatro días a la semana a trabajar a la capital británica, los londinenses se ahorrarían casi 650 dólares al mes. El Standard aportaba algunas propuestas para las que alcanza ese dinerillo extra en Madrid: ver a Cristiano Ronaldo en el Bernabéu; regalarse, cuatro de cada cinco fines de semana, una cena en el restaurante DiverXO, con tres estrellas Michelin, o someterse a una sesión semanal de aromaterapia en el Ritz.
Los números son estos: alquiler de un apartamento de una habitación en Camden (un barrio del norte de la capital en la zona 2 del metro), 3 mil 9 dólares al mes; impuestos municipales (que en Londres paga el arrendatario), 182 dólares; pase mensual para las zonas 1 y 2 del metro, 196 dólares. Total: 3 mil 387 dólares mensuales. En el centro de Madrid, un apartamento similar costaría 844 dólares mensuales. Más cuatro billetes de ida y vuelta a la semana (en aerolínea de bajo coste y comprados con antelación) y los desplazamientos en tren suman 2 mil 740 dólares al mes.
“La crisis de la vivienda se está poniendo peor cada día y son los arrendatarios los que está pagando las consecuencias”, advierte la candidata a alcaldesa. “Pagan tanto a sus caseros que les iría mejor viviendo en Madrid y trabajando en Londres”. Más allá de lo extremo de la propuesta –y del infierno que puede suponer pasarse cinco horas cada día en aviones y aeropuertos–, la historia pone de manifiesto el nivel de locura que se ha alcanzado en el mercado inmobiliario de la capital británica.
La escasez de vivienda resulta un grave problema en Londres. El consenso entre los políticos es que la ciudad necesitaría construir entre 40 mil y 50 mil casas nuevas cada año para atender la demanda. El año pasado se edificaron 18 mil 260. Entra en juego la vieja ley de la oferta y la demanda, que dispara los precios. Comprar una casa es imposible para aquellos que no dispongan de 70 mil libras (111 mil 254 dólares) de ahorro, que es la entrada media que se pide para comprar un piso, y no estén dispuestos a endeudarse duramente el resto de sus vidas a cambio de una vivienda, cuando menos, justita.
La excepción es el segmento más alto del mercado. Gran parte del boom inmobiliario londinense se atribuye a millonarios extranjeros que ven en la ciudad una atractiva oportunidad de inversión. Incluidos corruptos que desean blanquear dinero negro. Empresas domiciliadas en paraísos fiscales poseen una de cada 10 casas de Westminster. Hasta 36 mil propiedades de la capital pertenecen a este tipo de compañías y la ley permite guardar el anonimato del beneficiario de la inversión.
El pasado martes, el primer ministro David Cameron, de visita oficial en Singapur, prometió desenmascarar a estas firmas que usan el mercado inmobiliario de Londres para lavar dinero y aseguró que la ciudad dejará de ser “un refugio seguro para los corruptos”. “Mi mensaje para los defraudadores es: Londres no es el lugar para ocultar vuestro dinero negro”, enfatizó.
La alternativa es alquilar. O intentarlo. En 2013, una fundación británica estableció lo que se llama el salario para vivir, que se calcula en función de distintos indicadores del coste de vida. Al contrario que el salario mínimo (6,5 libras la hora para mayores de 21 años), no es obligatorio. Lo pueden adoptar las empresas para colgarse una medalla de ética. Se revisa cada año, y en Londres (9,15 libras o 14,2 dólares la hora) es algo mayor que en el resto de Reino Unido (7,85 libras).
Pues bien, un estudio publicado hace unos días por la web de alquileres compartidos SpareRoom señala que nadie que cobre dicho salario puede ya permitirse alquilar una habitación en ninguno de los 33 barrios de la ciudad. El estudio se realizó suponiendo que se dedica 35% del salario neto al alquiler, aunque muchos londinenses se ven forzados a dedicar un porcentaje mayor. “La crisis de la vivienda se está llevando a los trabajadores peor pagados fuera de la ciudad”, explica Matt Hutchinson, de SpareRoom.

