Tras la reciente gira del presidente de la República a Japón y los resultados de la misma —coincidentes con un artículo publicado el 3 de agosto en este diario—, surge la necesidad de presentar este análisis como parte de una serie de continuación sobre el tema que deseo compartir con los lectores.
Japón es la cuarta economía más grande del mundo, el tercer usuario del Canal de Panamá, con 42% de su marina mercante bajo bandera panameña, y una población de 125 millones de habitantes concentrados en sus centros urbanos. A pesar de atravesar un proceso de envejecimiento poblacional —lo que el ex primer ministro Shigeru Ishiba calificó como una “emergencia silenciosa”—, sigue siendo un mercado altamente atractivo que pone a prueba la tenacidad de quienes desean exportar.
Ahora bien, es importante señalar que Japón cuenta con dos tipos de instrumentos jurídicos para sus acuerdos comerciales: los Tratados de Libre Comercio (TLC) y los Acuerdos de Asociación Estratégica (AAE). La diferencia entre ambos radica en su alcance. Los TLC buscan reducir o eliminar aranceles y barreras al comercio y los servicios, mientras que los AAE (Economic Partnership Agreements, EPA, en inglés), además de promover la liberalización comercial, amplían las relaciones económicas entre Japón y sus socios, fortaleciendo áreas como inversión, propiedad intelectual, servicios y cooperación sectorial.
A Panamá le convendría más un AAE que un TLC, ya que esta es la fórmula utilizada por Japón con sus tres socios latinoamericanos —Chile, México y Perú—, y nos convertiría en el cuarto país de la región, o el quinto si Colombia logra culminar su negociación. De ahí el título de este artículo.
Ventajas potenciales de un AAE con Japón
Reglas claras de origen y acceso a mercados. Un AAE permitiría establecer normas más precisas para ingresar a un mercado altamente exigente en materia de importación y calidad.
Incentivo a la inversión japonesa. Podría negociarse un marco legal que facilite a las empresas japonesas —grandes y emergentes— invertir y establecerse en Panamá, aprovechando leyes como la Ley de Sedes de Empresas Multinacionales (SEM) y otras normativas favorables.
Intercambio laboral y cooperación técnica. Un acuerdo de este tipo podría incluir cláusulas sobre movilidad laboral para panameños interesados en trabajar en Japón, además de cooperación agrícola, propiedad intelectual, conectividad marítima y aérea, y colaboración portuaria. Panamá, a su vez, ofrecería su posición geográfica estratégica como plataforma para distribución y manufactura, incluso hacia Estados Unidos, en un contexto de tensiones arancelarias con la administración Trump.
Reducción arancelaria. La entrada en vigencia de un AAE permitiría que los exportadores panameños accedieran a aranceles más bajos, o incluso a desgravaciones totales, especialmente tras la exclusión de Panamá en 2022 del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) japonés. Esto es relevante, ya que al ser miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Panamá accede solo a la categoría de Nación Más Favorecida, sin beneficios preferenciales adicionales.
Proyección hacia la región Asia-Pacífico. Un AAE consolidaría el acercamiento de Panamá a la región donde se concentra la mayor parte del comercio mundial.
En suma, este análisis busca esbozar lineamientos para un posible Acuerdo de Asociación Estratégica con Japón como parte de una estrategia nacional que impulse nuevos acuerdos comerciales, amplíe los mercados existentes y promueva una cultura exportadora integral, desde las grandes empresas hasta las microempresas, mejorando así la productividad y competitividad nacional.
El autor es consultor y analista de comercio exterior.
