A partir de la Ley 4, del 17 de febrero de 2017, existe en Panamá la “delación premiada”. No dudo que este instrumento jurídico servirá para someter a los delincuentes de alto perfil, aquellos intocables que manipulan las esferas públicas y privadas, y siempre han gozado de impunidad.
En términos simples, la delación premiada es la rebaja de pena firmada entre la autoridad y el acusado o imputado. La clemencia tiene por objeto que el reo proporcione pruebas contra otros transgresores de la ley, para evitar que el ilícito continúe ejecutándose, que los delatados oculten evidencias o cometan nuevos delitos. Esta estructura jurídica surge en Estados Unidos, en 1978; después fue adoptada por Canadá, Brasil, México, Alemania, Reino Unido, Suecia, Noruega y Japón. Nació como una necesidad para enjuiciar a los capos del terrorismo internacional y del crimen organizado, que comprende pandillerismo, narcotráfico, extorsión, lavado de activos, peculado, etc.
En nuestro país, estrenaremos la Ley 4 por cuenta de constructora Odebrecht, la medusa con cabello de serpiente, cuya cabeza es Marcelo Odebrecht, condenado en Brasil a 19 años de prisión. Junto con Marcelo se ha enjuiciado a 77 exdirectivos, inclusive André Luiz Rabello, jefe de Odebrecht en Panamá durante el gobierno de Ricardo Martinelli. En Brasil, los 77 exdirectivos firmaron delaciones premiadas. Otros implicados, como el politólogo Joao Santana, confesaron delitos cometidos con Odebrecht en Panamá, como las coimas para el financiamiento de la campaña presidencial de 2014 del partido Cambio Democrático.
La esposa de Santana, Mónica Moura, declaró haber recibido un maletín preñado de dólares en la Presidencia, de manos del propio jefe del Ejecutivo panameño, Ricardo Martinelli, que, por supuesto, ha negado los cargos. Este no es todo el rollo, el próximo mes de junio la fiscalía de Brasil hará públicos expedientes en los que constan las delaciones de los exdirectivos, incluyendo al ingeniero Rabello, quien cantará a capela sus vivencias istmeñas. Los cheques publicados por el expresidente Martinelli destinados a la compra de un helicóptero han abierto otra brecha en la coraza de la defensa. Estamos seguros de que las indagatorias relacionadas con esa bella libélula mecánica darán pie a más delaciones premiadas, esta vez en nuestro país.
A la procuradora general de la nación, Kenia Porcell Díaz, le adornan muchas cualidades personales y profesionales que, con motivo de las novedades procedentes de Brasil, nuevamente, sufrirán la prueba del ácido. En otra ocasión hemos expresado que la procuradora se debe al país. Excepto las gracias, nada adeuda usted al presidente que la nombró, directo responsable de que su Ministerio Público asemeje un enano que sufre raquitismo.
Señora procuradora, exija públicamente los recursos, equipos y el personal de apoyo que, urgentemente, necesita para que sus fiscales terminen los expedientes judiciales contra esa bandada de cuervos, con blancos cuellos de garza.
