En lo personal, mayo es un mes de introspección. Como muchas otras fechas, pareciera que, para algunos, es el mes en el que se acuerdan de celebrar la etnia negra. Otros optan por “disfrazarse” de negritud porque es bonito y colorido. Algunos, usan en sus discursos un lenguaje “inclusivo”: “Panamá Crisol de Razas”; “Todos somos iguales”. Hay discordancia entre el discurso y la acción. Muchos enarbolan la bandera del individualismo y una segregación de facto que afectan, además de a los afrodescendientes, a los originarios. Es lamentable que las muestras más visibles de segregación y discriminación ocurran en el mes en el que deberíamos dignificar la negritud panameña; visibilizar y elogiar sus magnos aportes al país; y procurar ser insistentes en deconstruir la tradicional “historia colonial” y dar un lugar estelar a la verdadera historia.
“Negra Soy y Seré” es un artículo de opinión que publicó este medio, en el que me referí a mi experiencia personal. Recibí comentarios de todo tipo: algunos buenos y otros, que ahora comparto. “Pase la página y supere sus inseguridades”. “No gracias, me das asco”.
Es probable que cuando los negros nos referimos a nuestra vivencias de discriminación seamos descalificados o, nuestros comentarios, invalidados. Es paradójico que se trate, en muchos casos, de las mismas personas, que usan atavíos alusivos a la etnia negra; a las que le encanta el “saus” y la gastronomía afropanameña; y aman la pollera, el típico y, hasta el mogollón. La verdad es que la indumentaria era hechura de las hábiles manos de negras esclavas, quienes cosían polleras a sus amas. También preparaban exquisitos platillos con las sobras. Influyen los negros africanos en el bagaje musical que traen en sus memorias, sembrando las bases de la música folclórica panameña. ¡La negritud panameña se manifiesta en los múltiples aportes de África a nuestro istmo!
Armando Fortune, economista, panameño, pionero de los estudios afropanameños, es un investigador que ha dejado vasta información y conocimiento sobre el negro. Es un legado a nuestra sociedad.
“Panamá Hispánico”, un libro de Celestino Araúz y Patricia Pizzurno, publicado en el Diario La Prensa, en 1997, se refiere a un hito relevante. Es un hecho que no ha sido recogido en los libros que enseñan la historia de Panamá en primaria. Los autores señalan que Fortune afirma que ya existían negros antes de la llegada de los españoles al Darién. En su opinión, procedían de las costas occidentales de África. En el libro “Early America Revisited” de Ivan Van Sertima se asegura que Vasco Núñez de Balboa “vio a dos negros altos”. Pedro Mártir, historiador de las exploraciones españolas, afirma que los negros náufragos refugiados en las montañas, eran, a su vez, “piratas etíopes” o piratas de piel quemada.
Concluyo, tras estas investigaciones, que el sistema, voluntaria o involuntariamente, no le da su lugar a nuestra historia afropanameña, quizás para perpetuar el olvido de la identidad y memoria. Se insiste que la negritud en Panamá inicia con la trata transatlántica. La evidencia dice otra cosa. Tras 170 años de la abolición de la esclavitud en Panamá, resulta inaceptable que desconozcamos nuestra historia. Escribir sobre el tema es una muestra de mi deseo personal que indaguen sobre los aportes e importancia de los afropanameños para Panamá, y que se enamoren y abracen la negritud que, en mayor o menor grado, la inmensa mayoría de los panameños tenemos. Es ideal, en el mes de la Etnia Negra, abordar la resistencia y resiliencia de nuestros ancestros, elogiar sus voces y su legado.
El ejemplo de Armando, Celestino, Patricia y muchos investigadores que se dedicaron a buscar y a publicar la verdad, tiene un relevo generacional. Se ejemplifica en la juventud que lucha en todo el país y en organizaciones afropanameñas como la Red de Jóvenes Afropanameños y los Jóvenes Activistas Afropanameños.
Fuimos el sueño de nuestros ancestros. El sólo hecho de nuestra existencia; de sentir orgullo por nuestra etnia, el tono de nuestra piel y nuestro cabello, hace que sigan presentes y que sus luchas hayan valido la pena.
¡Viva Bayano, Felipillo y la cultura congo!
La autora es profesora de música afropanameña, certificada en Estudios Afrolatinoamericanos de la Universidad de Harvard y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación
