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Aluminio

Un estudio observacional en Dinamarca, con una población aproximada de 1.2 millones de niños, nacidos entre los años 1997 a 2018, para analizar a lo largo del tiempo datos de registros nacionales, teniendo en cuenta las variaciones en el contenido de aluminio en la vacunación infantil y su efecto acumulativo, y los riesgos de sufrir trastornos autoinmunes, alérgicos y del neurodesarrollo acaba de publicarse en Annals of Internal Medicine (Anales de Medicina Interna) del 15 de julio de 2025.

Seguro, el estudio más importante de esta índole para determinar tales riesgos, que se le han apropiado con preocupación al aluminio en las vacunas inactivadas o de virus muertos, donde se utilizan como adyuvante. La primera reacción contra la publicación viene del desafortunado secretario de salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy, Jr., reconocido vocero antivacuna y craso desconocedor de las ciencias de la vacunación.

El estudio analiza la información registrada de 1 millón, 224 mil, 176 niños vivos nacidos en Dinamarca entre los años 1997 y 2018 y que han vivido en el país, al menos por 2 años. La incidencia de eventos relacionados con 50 trastornos crónicos, que incluyen origen autoinmune (de la piel, las glándulas que producen hormonas, los sistemas de las células de la sangre, de los órganos de la digestión y los relacionados con enfermedades de los tejidos que conectan y que solemos llamar reumáticos) como trastornos del neurodesarrollo, tales como los del espectro autista y de los de deficiencia de la atención y exceso de actividad, o hiperactividad, se analizan a la luz de las concentraciones de aluminio acumuladas con la aplicación de vacunas inactivadas.

La exposición acumulativa al aluminio de estas vacunas durante los primeros 2 años de vida no se asoció con un aumento de la frecuencia de ninguno de los 50 trastornos investigados. Este estudio a nivel nacional no encontró ninguna evidencia que apoye la sugerencia ni la veracidad de un aumento de riesgo de enfermedades autoinmunes, atópicas, alérgicas o del neurodesarrollo asociado al uso de vacunas con aluminio en los primeros años de la niñez. Para la mayoría de los resultados, los hallazgos fueron inconsistentes con un aumento relativo, ni grande ni moderado, y solamente en muy raros trastornos, lo muy pequeño de las muestras, no permite darle un peso estadístico sacar conclusiones válidas.

Este estudio invalida la reciente divulgación, de parte de la secretaria de salud de los Estados Unidos, de una relación causal del aluminio de las vacunas, con los trastornos del espectro autista y otras enfermedades de origen inmunológico. De allí, el disgusto del Sr. Robert F. Kennedy, Jr., con la publicación y su demanda a la revista de los Anales para que retire el artículo de la publicación. Este comportamiento absolutista podría obedecer quizás porque también se han hecho circular estudios en animales, que no se han reproducido en humanos, sobre los potenciales efectos neurotóxicos de las vacunas con aluminio.

El efecto tóxico al sistema nervioso (neurotóxico) del aluminio en animales se ha observado en ratas expuestas por tiempos prolongados a altas dosis de aluminio, administradas por vena, como en humanos expuestos a altas dosis de aluminio por vía de diálisis renal, por inhalación ocupacional en trabajadores en espacios cerrados o por la alimentación por vena o parenteral a largo plazo. Es importante y exige responsabilidad ética afirmar que tanto los niveles de aluminio en sangre de los niños vacunados con vacunas que contienen aluminio y las variadas cantidades de aluminio en las vacunas utilizadas en Dinamarca durante el período de estudio son significativamente inferiores a las de las exposiciones en aquellos estudios, cuyos resultados pueden ser el origen de preocupación de algunos funcionarios de salud, desconocedores de la literatura científica.

Quizás porque los nuevos dignatarios de las instituciones de Control de Alimentos y Drogas (FDA), del Comité Consejero sobre Prácticas Inmunológicas (ACIP) y el Centro de Control de Enfermedades (CDC) están hoy en manos de personas con agendas ideológicas y poca o ninguna experiencia en Ciencia, tendremos que habituarnos a este tipo de rechazo por parte de las nuevas autoridades de salud estadounidense. Por esto es muy valioso este estudio.

El aluminio como adyuvante en las vacunas inactivadas —esas que no reproducen la enfermedad cuando se reciben— tiene como finalidad mejorar o potenciar la capacidad de la vacuna para producir inmunidad o protección. Esas vacunas en la niñez son las vacunas contra la difteria, el tétanos, la tos ferina, la infección por la bacteria Haemophillus influenzae tipo B (causante de meningitis y neumonía en los lactantes y pre-escolares), la neumonía y meningitis por la bacteria Pneumococcus sp., y las hepatitis A y B.

A la guerra contra la Ciencia se le confronta con hechos que prueban la evidencia de sus reflexiones y hallazgos. Claro que hay ciencia falsa, pero ella se desnuda con facilidad y sin algarabía.

El autor es médico.


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