Hasta hace poco se consideraba como analfabeto a una persona que no sabía leer ni escribir, pero este concepto ha ido cambiando en el transcurso del tiempo, surgiendo nuevos tipos de analfabetismos.
Del que se hablará en esta ocasión es del llamado “analfabetismo tecnológico”, en el cual una persona es incapaz de utilizar las nuevas tecnologías en su vida diaria y en el mundo laboral.
Este tipo de analfabetismo no está reñido con los conocimientos que pueda tener alguien en otras materias, y no hace distinción de sexo, edad o clase social; además, está muy ligado al ámbito laboral, haciendo que peligren puestos de trabajo por falta de conocimiento.
Estudios realizados recientemente han demostrado que los avances en la tecnología y comunicación han modificado las formas de vivir y trabajar en la sociedad; ya que son un factor determinante a la hora de prever el crecimiento de un país o una región.
La alfabetización tecnológica es una condición para poder manejarse inteligentemente en la vida diaria y en el trabajo.
Es por esto por lo que se hace necesaria este tipo de alfabetización, enseñando conceptos básicos de informática para ser capaces de utilizar la tecnología en la vida cotidiana, y poder acceder a oportunidades sociales y económicas, y para no experimentar la exclusión.
Este analfabetismo limita enormemente a una persona para poder desenvolverse adecuadamente en la sociedad. Esta carencia tecnológica impide la autorrealización del individuo, lo que provoca rechazo, frustración y fracaso ante nuevos retos laborales y personales. Simplemente, se requieren nuevas competencias ante la vida y el trabajo para poder enfrentarse a un entorno permanente de cambio.
Dentro de las múltiples causas de esta situación se puede mencionar a la pobreza como una de las más importantes, así como el rezago educativo; lo que constituye un reto para la sociedad y para los desarrolladores de tecnología.
Si no se toman las medidas adecuadas, estas nuevas tecnologías van a causar más divisiones que unión.
La estrategia inmediata debería ser enfrentar la tecnología y aprender a usarla; y es en esta estrategia que el Estado y el sistema educativo a todos los niveles deberían tener el liderazgo en políticas de masificación de acceso, formación y uso en nuevas tecnologías digitales, tanto para los docentes como para los estudiantes, porque para resolver el problema no es suficiente dotar de computadoras e internet a todos los ciudadanos.
Se necesita cambiar la forma en que se enseña, aprovechando la tecnología para mejorar los procesos educativos y trabajar en el desarrollo de las competencias que se exigen en el siglo XXI.
Se hace también imperante que la empresa privada se involucre mucho más en el proceso educativo panameño, para por medio de la responsabilidad social empresarial se apoye a que se dé una verdadera transformación curricular en el país, que permita mantener la oferta de mano de obra calificada, que es tan urgente.
La autora es doctora en educación con mención en andragogía
