Vivo en Betania desde hace más de 40 años, en un lugar que antes era un bello y apacible residencial. Ahora, con el beneplácito de las autoridades municipales y nacionales, se ha convertido en una bulliciosa e insegura zona comercial. Y digo insegura, porque, a excepción de los domingos, los residentes estamos en riesgo diario de sufrir accidentes de tránsito, por el solo hecho de tratar de salir de nuestras casas.
Es de eso de lo que quiero hablar hoy, de la “inseguridad” vial, porque en las calles rige la ley del más fuerte y el más vivo. Se vive la esencia de la anarquía ante la ausencia casi absoluta de autoridad que haga cumplir las ordenanzas. Excepto los días 15 y 30 del mes, es decir, los días de pago, algo que no deja de ser sospechoso…
Según el Instituto Nacional de Estadística de Censo (INEC), en el año 2015 se registraron 48 mil 188 accidentes de tránsito en la República de Panamá (5 mil más que el año anterior). Muchos fueron colisiones, seguidos de atropellos y vuelcos. La mayor parte de esto ocurrió entre viernes y lunes, por tal razón, el mayor riesgo de accidentes fatales se registra los fines de semana, sobre todo, los viernes.
En 2015 hubo 418 muertos, y se observó que cada 20 horas falleció una persona a consecuencia de estos accidentes. El INEC informa que, en lo que va de este 2016, se mantiene el triste y preocupante promedio mensual de 4 mil 158 accidentes y 41 fallecidos. Es decir, que si no detenemos esta fatídica tendencia, al final del año tendríamos 49 mil 896 accidentes y 492 muertes.
En conclusión, en los últimos 10 años nuestra sociedad ha perdido alrededor de 4 mil conciudadanos, la mayoría en edades productivas, por causas que pudieron evitarse. Personas que ya no están y nos hacen mucha falta en todos los sentidos.
Lo más triste es que faltando menos de tres meses para que termine 2016, todo parece indicar que no seremos capaces de controlar y disminuir el número de heridos y fallecidos por esta causa, con la secuela de sufrimiento y la pérdida emocional, social y financiera para las familias afectadas, y para todo el país. Estamos obligados a tomar conciencia y detener esta espiral de sufrimiento. Aunque es obvio que no hacemos lo suficiente, hay algunas iniciativas importantes en marcha, y ponen de manifiesto que, al menos, hemos tomado conciencia colectiva del problema, veamos.
Ya se sancionó y promulgó la Ley 123 que declara la cuarta semana del mes de octubre de cada año, como la Semana de la Seguridad Vial, y el día 23, como el Día de la Seguridad Vial. La ley busca promover el manejo preventivo entre los conductores y sensibilizar a los policías y comisionados de tránsito que, según algunos, no entienden su verdadera función como vigilantes del transporte. Se espera que con este tipo de normas orientadas a la formación en materia de educación vial, las calles se conviertan en un lugar más seguro. Por otro lado, en concordancia con la Asamblea General de las Naciones Unidas, Panamá proclamó el periodo 2011-2020, como el “Decenio de Acción para la Seguridad Vial”, y elaboramos un plan nacional al respecto.
En este plan nos comprometimos a desplegar esfuerzos para intensificar y modernizar los controles policiales; el desarrollo de la infraestructura vial; cambios en el sistema de transporte público y cambios legislativos. Lamentablemente, las estadísticas revelan que los logros han sido escasos o nulos. Pero ahí está el plan, echémosle un vistazo crítico, retomemos lo factible y viable, capitalicemos la experiencia y avancemos…
Por su parte, la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT) lleva a cabo operativos dirigidos a evitar los excesos de conductores y peatones. También intenta, mediante campañas, generar conciencia, incentivar la autoprotección y poner especial atención en las causas que provocan los accidentes de tránsito (imprudencia en el manejo, exceso de velocidad, embriaguez y hablar o chatear por el celular).
Pero no todo es “color de rosa” con la ATTT y la Policía Nacional, pues los llamados “retenes”, una de las estrategias que deberían ser más útiles para la seguridad, son cuestionados por la ciudadanía que se pregunta si son parte de una estrategia ineficiente o mal aplicada. En todo caso, parece que solo se aplican en horas de la madrugada (curiosamente los fines de semana), propiciando en no pocos casos, los abusos de autoridad.
Cierro esta entrega, compartiendo algunas de las posibles causas subyacentes de la inseguridad vial. Me las proporcionó uno de mis hijos, un joven profesional, que no tiene el sesgo de mi edad, pero está comprometido, al igual que yo, con un Panamá mejor, son estas:
1. El exceso de velocidad, la impericia y conducir tras ingerir bebidas alcohólicas.
2. El número de vehículos, que aumenta considerablemente cada año.
3. El transporte público sin control, y los taxistas y buseros que abusan de los otros conductores y peatones.
4. Las construcciones de todo tipo, en especial, la del Metro, que han dejado en muy mal estado las calles. No se ha logrado que la gente utilice el Metro y el sistema de transporte público, en vez de sus vehículos particulares.
5. Calles que se quedaron pequeñas para la cantidad de automóviles, y en malas condiciones y mal señalizadas.
6. La falta de consideración, respeto y cortesía.
7. La cultura del conductor y del peatón (todos quieren jugar vivo).
8. La falta de policías en las calles.
9. El enojo de las personas cuando se enfrentan al tráfico, y las acciones que cometen por estar enojadas.
10. Las fuertes lluvias y el mal sistema de drenaje de las calles que intensifican los puntos anteriores.
11. La cantidad de camiones y vehículos pesados que circulan en las horas pico y que, debido al cambio de zonificación de las áreas residenciales, provocan tranques en lugares en los que antes no había.
Estoy seguro de que cualquiera de nosotros puede enumerar problemas adicionales, así que lo dejaré ahí, por ahora. Solo resta preguntar: ¿Qué nos pasa a los panameños?