CRISIS POLÍTICA ESPAÑOLA

El asunto catalán…

Las ideas independentistas de Cataluña no son nuevas. A lo largo de la historia, ya varias veces se dio que grupos de políticos catalanes declararon la independencia en movimientos de muy corta duración, exactamente igual que ahora. Según quien cuente la historia, unos dicen que los catalanes quedaron unidos a España desde que se integraron al reino de Aragón hace casi 600 años, mientras que otras alegan que siempre fue un grupo distinto, que nunca se integró completamente a España. La tercera visión es más o menos que desde hace cientos de años, los catalanes han sido oprimidos por España contra su voluntad. El caso es que nadie puede negar que Cataluña forma parte integral de España, a pesar de que haya un pequeño grupito que “se siente catalán y no español”.

Desde 2010, el movimiento independentista ha ganado adeptos entre los catalanes. Entre otras cosas porque cuando las cosas van bien todo se tolera mejor. Pero, cuando la economía hace crisis en España, el estribillo “España nos roba”, del cual han hecho casi un himno, comienza a calar mejor entre los catalanes. Si a eso se le suma la forma como el Estado español se ha desconectado de la educación en las comunidades autónomas, se ha creado el caldo de cultivo para tener una generación de jóvenes que ha crecido en un ambiente de hostilidad contra lo que interpretan como “español” y por ende “anticatalán”. Hace unos días, un comentarista político dijo que en Barcelona hay quienes creen que la “guerra civil” fue España contra Cataluña.

Pero hay hechos reales que no deben ignorarse para entender la génesis de muchas de estas incomodidades. Para comenzar, la Constitución vigente en España es la que se redactó en 1978, después de la muerte de Franco y de un proceso de transición democrática que ha sido considerado ejemplo en todo el mundo. Esa Constitución, aprobada en referéndum, incluyendo una mayoría del 67% de los catalanes. Con ese voto, aceptaron las reglas del juego que se establecían para todos los ciudadanos del Estado español. Pero esa Constitución, por el momento en que se redacta, tenía que tener elementos de transitoriedad. Sin embargo, 40 años después sigue sin reformas sustanciales. De allí que nadie duda de que es necesario revisar el texto para adecuarlo a los cambios que se han dado con la consolidación de la democracia española.

La discusión ha tratado de enmarcarse en una coyuntura donde se confronta la legalidad (representada en este caso por la Constitución española de 1978, el gobierno central y el rey), con la legitimidad que tiene el pueblo catalán de decidir su futuro. De allí que muchos han usado lo de “el derecho a decidir” como bandera de batalla para justificar de alguna manera las aberraciones jurídicas que se han dado en los últimos meses, alegando que los catalanes tienen derecho a trazar su futuro y que debe dejárseles decidir en las urnas. Si bien suena muy civilizado y democrático, el asunto es bastante más complicado. Si consideramos que todos los ciudadanos deben tener el mismo derecho a decidir sobre aquello que los afecta, y siendo Cataluña una de las regiones que más aportan al producto interno bruto (aproximadamente 20%), los españoles también debían tener derecho a opinar sobre qué debe o no hacerse con Cataluña, porque afecta a la totalidad de España. Conociendo lo “atravesados” que saben ser los españoles, y lo hartos que están de todo este cuento catalán, solo imagínense lo que sería un referéndum, vinculante, donde votaran todos los españoles, y que al final el resultado fuera que los catalanes quieran quedarse y los españoles quieran que se vayan. No me imagino la que se armaría…

Otro hecho real es que muchos catalanes razonables, que comprenden la irracionalidad que conlleva esa independencia unilateral, se niegan a reconocer que el destituido gobierno de la Generalitat, son una pandilla de irresponsables, pues sonaría como descalificar a Cataluña. De allí que figuras como la alcaldesa de Barcelona terminan haciendo declaraciones “intermedias”, que no proponen ninguna solución factible en el contexto de los acontecimientos. Como decía Cantinflas: “ni sí, ni no, sino todo lo contrario”…

El caso es que el viernes 70 tipos con muy poco en común declararon la independencia después de una votación kafkiana. Dos horas después, el gobierno de Madrid, haciendo uso de sus facultades constitucionales, había destituido a todo el gobierno catalán y convocado elecciones en menos de dos meses.

Seguirán pasando los días y veremos qué pasa. Esperemos que nadie caiga en provocaciones y no haya violencia. Lo que sí es un hecho es que todo esto ha provocado una terrible fractura en la sociedad catalana, donde familias y amigos se encuentran en bandos con posiciones irreconciliables. Si a eso se le suma que más de mil 500 empresas han salido de Cataluña en mayor o menor grado, solo se vislumbran en el horizonte oscuros nubarrones. Esto es la consecuencia de que un grupo de personas, subido en un monopatín, ha decidido estrellarse contra un tren, bajo la premisa de que el maquinista dañará su imagen internacional cuando los apachurre a todos… Esperemos que los catalanes con sentido común, que no dudo sean mayoría, detengan este sin sentido antes de que sea demasiado tarde. Por ahora, el 21 de diciembre tienen una oportunidad…

El autor es cardiólogo


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